incendiario siempre hay un espacio no importa cuán pequeño por el cual el amor puede penetrar no importa cuán pequeño el corazón donde esté como el agua que se escurre por un lavaplatos que se filtra hichando las tablas del piso minando la baldosa hasta que las vigas del piso se comban y cuando lo descubres sólo después significa una reparación mayor pero para ese entonces las termitas de la madera húmeda se han colado y los inspectores sin duda van a encontrar una cosa semejante y nunca te devolverán el dinero por eso y las reparaciones son tan caras y vienen sin garantía de que no sucederá de nuevo y lo único que puedes hacer es quemarlo todo con la esperanza del seguro y cuando vegan a escarbar los escombros y pregunten qué sucedió miente
Ha estado asoleado aquí, para ser marzo En las semanas tras la muerte de mi hermano se me ocurrían preguntas que quería hacerle. No la pregunta obvia, no “¿Por qué mierda ... por qué ahora?” pensaba que sabía la respuesta de eso. Y quería patearle el trasero como nunca lo hiciera cuando éramos niños, él no tenía derecho, pero las preguntas eran más simples: “¿Cuándo es el festival de bluegrass de Telluride?” “¿Todavía echas de menos a tus chicos?” “Es éste uno de tus cassettes, o mío?” “¿Crees que el techo de la leñera durará todo el invierno?” Y más, ni siquiera preguntas: “Vi un camión y pensé que te gustaría” “Podríamos jugar un poco a la pelota.” “Deberíamos telefonear a mamá.” “Conozco a una mujer que deberías conocer, vamos a beber una cerveza.” Y yo sé que no lo veré otra vez, pero aún vienen a mí estos pensamientos, aunque no tan a menudo como solían hacerlo. Pienso en él y pienso en ti, Tan lejos de mi alcance ahora, Y no hay problema excepto por las preguntas, las cosas que te diría, los pequeños ofrecimientos que haría, si pudiera. Encontré un restaurante japonés fantástico. Te gustarían algunos de estos poemas. Desearía que dejaras de fumar. Los narcisos están en flor por todas partes. Tuve una idea extraña para un cuento. Soñé contigo de nuevo. En el sueño mi hermano estaba allí, y mi papá, podía oler su Old Spice. Ustedes dos estaban fumando Camels y hablando, él estaba tonteando contigo tal como lo habría hecho, tú reías, tu pelo cepillaba mi mejilla, sentados muy juntos alrededor de una mesita. Mi hermano sonreía. La cabaña en Colorado, esa diminuta cocina, mi madre pasando la aspiradora, perros pequeños ladrando. El gato me despertó con su ronrroneo. Fue bueno verlos a todos de nuevo. Ahora es casi la mañana.
bajo la misma luna doc desliza otro whiskey a través de la barra y yo me lo empino estacionado aquí en mi taburete como una carroza fúnebre entre coches deportivos a una semana de otro año perdido suturando mi corazón con hilos de soledad mientras que medio continente lejos la fiesta de la agencia de publicidad ruge y tú te subes a la copiadora enrollas aquellos pequeños panties en tu dedo con una risa semejante al hielo tintineando en los vasos y alguien pulsa el botón para imprimir mi tarjeta de cumpleaños
*Michael McNeilley, poeta, periodista y escritor estadounidense, fue Director fundador del National Student News Service; trabajó como reportero y corresponsal en Washington, D.C.. Escribió cientos de poemas y cuentos que publicó en numerosas revistas y en diversos sitios de Internet. Murió en el 2000.
Facebook Mis compañeos de primaria ya no tienen dientes de alambre Francisco sigue siendo una cloaca -y ahora sé que la cloaca es el culo triste de las gallináceas- Nicolás vive con su vieja, siete hermanos y un padre muerto que -dice- hace crecer los rosales como caníbales cada invierno Fermín tiene los viejos desaparecidos y una hermana a quien odia que lleva el nombre de la madre casi muerta Ana es acompañante en un bar de lujo Carlos la vio mientras yiraba borracho como todos los martes La gente se encuentra en Facebook Alejandro sonríe en todas las fotos y dice que tiene pánico Martín propone vivir un romance preescolar Juana sale con una mina que la duplica en edad y se viste de pendeja Natalia vive en Roma Dala recorrió el mundo y es evidente que adora posar bajo las estatuas Mi marido volvió a encamarse con su primera novia Qué suerte que en Facebook la gente se encuentra. 2 Llego a la espalda de una ciudad con puerto espero mi turno en el teléfono aprovecho el espacio para estirar los cartílagos y pensar a quién le aviso a cuál de todos los pasados opto por 4953-3843 aparece un auto vidrios negros olor a homosexo el pibe se baja me abraza Sujeto el hilo de incondición que nos une y desune Deambulo hasta entrada la noche el aire es frío tomo cafés en vasitos de plástico para no detenerme Soy otra vez esta hembra leve y puntiaguda retando a la abuela en la repetición exacta de los caramelos sobre la cama haciendo el amor primario en una casa abandonad Soy otra vez la de naturales blanco del tiro de un pendejo la novedada cada tarde por el Rulo seño mataron a Paco por chorro seño por qué iba a ser la seño rabia moribunda ahogando a Silva en un aborto mal tejido Soy otra vez la mimada de una mujer buena la nena esperando el desayuno la que ahorcó a los pollitos de la hermana la que grita dormida Soy la que no tiembla ante el hombre sordo que da vueltas sobre mí mirame no me mires mirame no me mires mirame no me mires 14 Adelaida suma en varios bolsos ropa de cuatro talles, cinco remeras, pantalones, pulóveres camisas, pijamas azules, rosas zapatos, ojotas, botas Rogelio mira de reojo agazapada la botella hace zapping futbol /minas/ futbol mira de reojo. Adelaida se detuvo hoy en la puerta de la iglesia pensar que creí casadita de blanco cura de mierda decir que Rogelio iba a dejar la bebida como se deja el diablo Yo tenía razón al día siguiente la sombra de cada perejil se repite que no venga el físico del cuarto a decirme que la Tierra gira Adelaida escupió en el filo de la iglesia y se fue mordiendo el labio superior. Rogelio la mira de reojo cree que ya son las vacaciones la ginebra le da calor y tal vez sea enero Adelaida termina de acomodar la ropa carga el auto levanta los chicos los carga al auto Rogelio grita dormido un gol de Vélez. Son las cinco de la mañana cuando cruzan la avenida Centenario El tanque está lleno falta para que despierten aprovecha para llorarse lavar el veneno el amor. Nueve y cuarto diez minutos despues de lo esperado se despierta la bandada Adelaida lleva la cara como un arco iris. Se detienen en una estación de servicio pañales, nafta, pipí, medialunas, mate listo Taragüí descubre Adelaida y sonríe finalmente con ganas. Compra un mapa hace tatetí sin que los chicos la oigan por esto del desconcierto que dijo la psicopedagoga Queule lindo nombre Queule faltan 1717 kilómetros y sólo 120 de ripio ¿tendrá cajero? Los chicos protestan se calman unos a otros Ella les dice cuánto los ama. A la tarde siguiente llegan a Queule hay unas veinte casas en las siete cuadras de calle principal. Por la izquierda el mar es un león en celo. Del otro costado en la ladera esparcidas diminutas asoman casa como mirando. Adelaida apaga la música. Baja. La bandada duerme dentro del auto y fuera no hay rastro de bandada alguna. El silencio parece haber echado raíz en Queule. Adelaida camina despacio sin interrumpir el ruido a nada. Hasta el gollpe del león contra las piedras aparece como un murmullo. Queule está desierto. Adelaida golpea las manos cada vez con más fuerza. Golpea las puertas de las veinte casa y grita. Queule está desierto. A lo lejos ve entonces un racimo de personas que bajan la ladera cantando vienen bailando vienen. Las mujeres llevan enormes ollas en la espalda los niños cargan flores, guirnaldas, frutas. Bajan hasta la calle principal entra cada uno a su casa como si Adelaida no existiera. Como si la bandada no estuviera ahí las plumas detenidas. Adelaida se acerca a la última mujer y le pregunta. Hpy es domingo, señora los domingos viene dios toditos los domingos viene dios y vamos a buscarlo a llevarle. Adelaida junta a los críos pijamas, medias calzoncillos, pantalones botas, ojotas. Ocupa una pieza en la última casa y espera el domingo, y al siguiente, y al otro. Adelaida lleva críos tarros de leche, guirnaldas, flores y va creyendo de a poco va creyendo eso de que la tierra gira y la sombra cambia. *de "Fotogramas". Ludmila La Manna (1974) nació en Buenos Aires y hace más de diez años vive en Esquel. Publicó: "Del sur" (2002, edición de autor), "Duyá" (2005, Grupo de Amigos del Libro Patagónico) y Pactos (2010, Estrella Deliciosa Ediciones)