Soy Pablo Soto y "Párpados sicarios" es el blog en el que dejo registro de mis inquietudes en torno a la literatura, especialmente sobre la poesía. Podrán encontrar en las diferentes pestañas los temas de interés del blog. Allí podrán leer y comentar textos propios y de otros autores. También pueden seguir al blog en Facebook e Instagram como Parpadosicarios. En Facebook: https://www.facebook.com/parpadosicario En Instagram: @arpadosicario En Spotify: Párpados Sicarios Podcast

5 may 2023

Viernes 5 de mayo: María Teresa Andruetto.

 Desde que Borges descubrió que la voz de Fierro no era una copia fiel de la voz del gaucho sino una magistral invención de Hernández muchos fueron los escritores argentinos del siglo XX preocupados por hacer entrar la voz de los "otros" (excluidos por mal hablados desde El Matadero) en la poesía. El grupo Boedo, Fernández Moreno (hijo), Gelman, acaso Tuñón. Sin embargo, arriesgo, en su maestría estos poetas le pifian: es que tratan de incluir la voz de los de abajo, los marginados, los expulsados, de acuerdo a dos modelos. O recuperan el paradigma de Hernández y entonces ficcionalizan un tono, un léxico y una sintaxis "como si" en realidad hablaran los obreros, los marineros, las mujeres de cabaret. O, asumiéndose voceros, portadores de una voz, hablan con voz propia en nombre de.

Estoy convencido que hay una tercera posibilidad, la que oye y transcribe la poesía que hablan las abuelas, las mujeres de antes, de barrio, de pueblo. La que rinde el poema a la textura, tono y ritmo del habla del gentío: es posible recuperar genealogías de voces que tienen, en su propio decir, poesía. La poesía no inventa o representa esas voces, esas voces ocupan el lugar del poema con su lengua. Puig en narrativa, Andruetto en poesía son, arriesgo, los más grandes oidores y traductores de esas voces. Cuentan historias, sí, pero no en nombre de ni para representar a. Cuentan historias con la voz de quienes las han vivido. Historia y relato son la misma voz, y eso es la poesía.

Los hermanos García/1978-1983
                                                  A Juan, Antonio y Mary. 
Por la ventana que da a la Escuela Alberdi, veo pasar
hacia la noche a chicas como yo y a los muchachos. 
Los escucho reír en la vereda, bajo esta ventana pequeña.
Es noche de sábado y los hermanos cocinan puchero
de falda y de quijada. Sé que otros se han escondido
en el Tigre, en la Patagonia y en Longchamps. Algunos
mandan señas, flores sobre la falda, desde Oslo,
Gotinga o Ámsterdam.  Yo vivo tras este ojo de buey, 
con la quijada contra el marco, mirando a las chicas
y muchachos que cruzan la avenida. Es también sábado 
en la pieza del hotel, sobre el techo de esta casa
de citas, junto a la comisaría, donde alquilan
los camioneros sus siestas de amor con los colimbas
o las mujeres de la Humberto Primo. Aquí, tras el vidrio
de esta raja de luz, bajo el agua de unos gallegos venidos
de Inriville, espero que pasen los meses o los años.
García quiere decir Smith y el más común de los mortales
se llama Juan. Sube cada mañana la precaria escalera
con su manojo de llaves y comida y como una lonja
de sol me abre paso entre putas, milicos y viajantes. 

Herencia
Quería ser pintora o profesora. 
Después conocí a Dylan, a Burroughs,
a Warhol. Fui a la tumba de Morrison
a lo de Jim, a París, a París. Y no sentí
nada. Después visité a Rimbaud. A Genet.
Al Conde de Lautreamont. De pintora pasé
a cantar rock. Y más tarde al Dakota 
a recordar a Lennon. Y a Greg. Y a Fred.
Y a Mapplethorpe. De ahí a estrella
con mi hermano Todd. Años buscando 
palabras, queriendo decir de otro modo,
pero no encontré nada, así que vuelvo
a casa. ¡No voy a quedarme parada
sobre las tumbas de esta gente!

La nena de mamá
Era estrábica, estrambótica, ridícula.
Tenía una mamá muy religiosa y se acodaba
en el Guggenheim con la camisa blanca
y los pantalones cigarrette. Era una chica sixty,
heavy, dark, con el saquito black y de remera.
Era la niña buena de un mundo nuevo, la nena
de mamá. Se había enamorado de un chico gay
que estaba perdido en Oklahoma y había mudado
a Camagüey. Como toda sixty adoraba lo dirty.
Era una chica sexy, empapada en heroína
y en alcohol, era la novia del amigo de su hijo
antes de creer en Dios. 

Ahora que viene el tiempo de los pájaros
Ahora que viene el tiempo de los pájaros
y de los brotes en las ramas y la blancura
   del almendro,

ahora que salgo al aire por las tardes
y riego plantas y veo cómo la tierra bebe
   el agua,

ahora que se agitan las polleras
   al murmulla de la brisa,

ahora que en el barrio las mujeres se sientan
   a la sombra de los fresnos y toman mate
   y hablan,

yo miro a cada instante hacia el Oeste, hacia
    tu casa. 


No vayas en noviembre
No vayas en noviembre al cementerio
cuando asesina la luz sobre las bardas,
ni vayas en febrero
cuando las bocas de la higuera sangran.

No vayas a esa tierra de álamos.

Los manzanares viejos no tienen brotes, 
les ha bordado el viento la noche.