Soy Pablo Soto y "Párpados sicarios" es el blog en el que dejo registro de mis inquietudes en torno a la literatura, especialmente sobre la poesía. Podrán encontrar en las diferentes pestañas los temas de interés del blog. Allí podrán leer y comentar textos propios y de otros autores. También pueden seguir al blog en Facebook e Instagram como Parpadosicarios. En Facebook: https://www.facebook.com/parpadosicario En Instagram: @arpadosicario En Spotify: Párpados Sicarios Podcast

3 jul 2021

Kafka-Bochatón: el bicho reactor levanta banderas contra los poderosos.

 
La metamorfosis-El bicho reactor


"Al verlo la madre gritó nuevamente, huyó de la mesa y cayó en los brazos del padre, que corría a su encuentro. Pero Gregorio no tenía ahora tiempo para sus padres. El apoderado se encontraba ya en la escalera; con la barbilla sobre la barandilla miró de nuevo por última vez. Gregorio tomó impulso para alcanzarle con la mayor seguridad posible. El apoderado debió adivinar algo, porque saltó de una vez varios escalones y desapareció; pero lanzó aún un «¡Uh!», que se oyó en toda la escalera. Lamentablemente esta huida del apoderado pareció desconcertar del todo al padre, que hasta ahora había estado relativamente sereno, pues en lugar de perseguir él mismo al apoderado o, al menos, no obstaculizar a Gregorio en su persecución, agarró con la mano derecha el bastón del apoderado, que aquél había dejado sobre la silla junto con el sombrero y el gabán; tomó con la mano izquierda un gran periódico que había sobre la mesa y, dando patadas en el suelo, comenzó a hacer retroceder a Gregorio a su habitación blandiendo el bastón y el periódico. De nada sirvieron los ruegos de Gregorio, tampoco fueron entendidos, y por mucho que girase humildemente la cabeza, el padre pataleaba aún con más fuerza. Al otro lado, la madre había abierto de par en par una ventana, a pesar del tiempo frío, e inclinada hacia fuera se cubría el rostro con las manos. 
Entre la calle y la escalera se estableció una fuerte corriente de aire, las cortinas de las ventanas volaban, se agitaban los periódicos de encima de la mesa, las hojas sueltas revoloteaban por el suelo. El padre le acosaba implacablemente y daba silbidos como un loco. Pero Gregorio todavía no tenía mucha práctica en andar hacia atrás, andaba realmente muy despacio. Sí Gregorio se hubiese podido dar la vuelta, enseguida hubiese estado en su habitación, pero tenía miedo de impacientar al padre con su lentitud. al darse la vuelta, y a cada instante le amenazaba el golpe mortal del bastón en la espalda o la cabeza. Finalmente, no le quedó a Gregorio otra solución, pues advirtió con angustia que andando hacia atrás ni siquiera era capaz de mantener la dirección, y así, mirando con temor constantemente a su padre de reojo, comenzó a darse la vuelta con la mayor rapidez posible, pero, en realidad, con una gran lentitud. Quizá advirtió el padre su buena voluntad, porque no sólo no le obstaculizó en su empeño, sino que, con la punta de su bastón, le dirigía de vez en cuando, desde lejos, en su movimiento giratorio. ¡Si no hubiese sido por ese insoportable silbar del padre! Por su culpa Gregorio perdía la cabeza por completo. Ya casi se había dado la vuelta del todo cuando, siempre oyendo ese silbido, incluso se equivocó y retrocedió un poco en su vuelta. Pero cuando por fin, feliz, tenía ya la cabeza ante la puerta, resultó que su cuerpo era demasiado ancho para pasar por ella sin más. Naturalmente, al padre, en su actual estado de ánimo, ni siquiera se le ocurrió ni por lo más remoto abrir la otra hoja de la puerta para ofrecer a Gregorio espacio suficiente. Su idea fija consistía solamente en que Gregorio tenía que entrar en su habitación lo más rápidamente posible; tampoco hubiera permitido jamás los complicados preparativos que necesitaba Gregorio para incorporarse y, de este modo, atravesar la puerta. Es más, empujaba hacia adelante a Gregorio con mayor ruido aún, como si no existiese obstáculo alguno. Ya no sonaba tras de Gregorio como si fuese la voz de un solo padre; ahora ya no había que andarse con bromas, y Gregorio se empotró en la puerta, pasase lo que pasase. Uno de los costados se levantó, ahora estaba atravesado en el hueco de la puerta, su costado estaba herido por completo, en la puerta blanca quedaron marcadas unas manchas desagradables, pronto se quedó atascado y sólo no hubiera podido moverse, las patitas de un costado estaban colgadas en el aire, y temblaban, las del otro lado permanecían aplastadas dolorosamente contra el suelo. Entonces el padre le dio por detrás un fuerte empujón que, en esta situación, le produjo un auténtico alivio, y Gregorio penetró profundamente en su habitación sangrando con intensidad. La puerta fue cerrada con el bastón y a continuación se hizo, por fin, el silencio."







Fragmento de La Metamorfosis: Franz Kafka 
Canción: Francisco Bochatón






29 jun 2021

Sastre-ABBA: música disco para bailar sobre la muerte.


Si vamos a ser felices
seamos brillantes al menos
dentro o afuera.
Si no somos prósperos al menos
brillemos en colores intensos
como esos pantalones de raso
del final de los setenta
cuando la música disco 
nos estremecía las pestañas
cuando
era el himno que nos anticipaba
la miseria por venir.
Si no vamos a cantar
la canción profunda del hastío
cantemos con ABBA
y meneemos doradas melenas
abanicando pestañas labios
metalizados
cuando éramos blanco papel
por escribir
cuando john travolta nos decía
en una media vuelta
el mundo que nos esperaba afuera
de studio 54. Muera tony manero
el monoblock sórdido
la quinta avenida. 
¿Nunca te hiciste esos bucles abiertos
a lo farrah fawcet?
Su cara quemada anoréxica
pobrecita
se la llevó el cáncer
como a tantos
se los llevó el sida, el cáncer
la cocaína.
Pero tuvimos nuestros seres de luz
envueltos en rasos y bijoux.
Nuestras cumbres borrascosas.
Si vas a llorar
que sea bailando disco en raso brillante
si vas a morir
que sea brillando. 






Poema: Claudia Sastre 
Canción: Bjoern K /  Sigvard


Podés escuchar la lectura del poema y la canción en el Párpados Sicarios Podcast en Spotify

13 jun 2021

Mayakovsky-Harrison: la poesía libre de impuestos.

 Conversación con el inspector fiscal sobre poesía - Taxman


Ciudadano inspector, 
                                  perdone la molestia.
Gracias,      
              no se preocupe,
                                       me quedaré sentado.
Quiero tratar
                    un asunto bastante delicado:
qué sitio ha de ocupar
                                   el poeta
                                                en las filas obreras.
Igual que los que tienen 
                                       tiendas y terrenos
también yo debo pagar 
                                     impuestos.
Usted me pide
                       quinientos al semestre
más veinticinco
                       por no declarar a tiempo. 
Mi trabajo
                es igual
                            a cualquier otro.
Mire
        cuántas pérdidas,
                                   cuántos gastos
invierto en materiales.
Usted sabe
                 naturalmente    
                                      eso que llaman rima.
Si la primera línea
                             termina en "ajo"
entonces, la tercera,
                             repitiendo las sílabas
debo poner
                 algo así 
                              como "cascajo".
Si utilizo su lenguaje
                                   la rima es un cheque,
hay que cobrarlo alternando los versos
y buscas
              con detalle sufijos y prefijos
en el cofre vacío
                          de las declinaciones,
                                                           de las conjugaciones. 
Coges una palabra
                              y quieres meterla en la estrofa
pero si no entra
                          y aprietas,
                                           se rompe.
Ciudadano inspector:
                                  le juro
que el poeta paga caras
                                     las palabras.
Hablando mi lenguaje
                                   la rima es un barril
de dinamita, 
                    y la estrofa es la mecha.
La estrofa se consume,
                                    y estalla la rima,
y por el aire y la ciudad
                                       la estrofa
                                                      vuela.
¿Dónde hallar, 
                       y a qué precio,
rimas que estallen
                             y de golpe maten?
Quizás sólo sean
                           cinco las rimas
                                                   increíbles
y sin estrenar, perdidas
                                    más allá
                                                  de Venezuela.
Ciudadano,
                  tenga en cuenta
                                           el pago de los viajes.
La poesía
                toda
                       es un viaje a lo desconocido.
La poesía
                es como la extracción del radio
-Un año de trabajo
                              para sacar un gramo.
Sacará una sola palabra
                               entre miles de toneladas
                                                         de materia prima verbal. 
Pero ¡qué ardiente
                            el calor de estas palabras
comparado
                con la humeante
                                palabra bruta!
Esas palabras
                      mueven
millares de años, 
                           millares de corazones.
Claro 
        que hay poetas
                                de distinta calidad.
Muchos
             de hábil mano,
como prestidigitador,
                                   sueltan estrofas de la boca,
suyas y de otros. 
Y para qué hablar
                            de los castrados líricos.
Meten un verso ajeno
                                   y están felices.
Eso es
           robo y despilfarro
uno más entre los que azotan el país. 
Esos
      versos y odas
aplaudidos
                 hasta la saciedad
entrarán en la historia
                                   como gastos accesorios
de lo hecho
                  por dos o tres buenos versos
                                                                de nosotros. 
Muchos kilos de sal
                                habrás de comer
como suele decirse, 
                                y fumar cien cigarrillos
hasta 
        sacar
                la palabra preciosa
de las honduras artesianas    
                                          de la humanidad.
Rebaje por eso
                        los impuestos,
quítele
           una rueda
                            a los ceros.
Uno noventa
                    cuestan cien cigarrillos.
Uno sesenta
                    la arroba de sal.
Demasiadas preguntas
                                    su formulario tiene:
¿Ha viajado
                   o no ha viajado?
Y si le respondo
                            que en estos quince años
he reventado
                    decenas de Pegasos,
                                                      ¿qué?
Póngase usted
                        en mi lugar,
piense en el servicio
                                y propiedades.
¿Qué ha de contestarme
                                       si le digo que soy
                                                                   caudillo popular
y al mismo tiempo
                              trabajo a su servicio?
La clase obrera
                        vibra en nuestras palabras,
somos proletarios
                            motores de la pluma.
La máquina
                    del alma    
                                  se gasta con los años.
Cada vez ama menos, 
                                    te arriesgas menos
y mi frente
                  desgastada
                                    por el tiempo no arremete.
Entonces llega
                        el desgaste mayor,
el desgaste
                  del alma, del corazón.
Y cuando 
                este sol,
                            grande y redondo
se alce
           en el futuro
                              sin lisiados ni tullidos,
ya me habré
                    podrido, 
                                  muerto en una cuneta
junto
        a decenas
                        de mis colegas.
Hago
         mi balance final.
Afirmo,
            y no miento:
entre los vividores
                              y actuales fulleros
seré 
        el único
                    con deudas impagables.
Nuestra deuda
                        es aullar
                                    como sirenas de bronce,
entre la niebla filistea
                                   y el fragor de la tormenta.
El poeta
            siempre adeuda al universo,
paga con su dolor
                            las multas, 
                                            los impuestos.
Adeudo
             las calles de Broadway,
los cielos de Bagdadi,
                                    el ejército rojo,
los jardines de cerezos de Japón,
todo aquello
                    sobre lo que aún
                                                no pude cantar. 
Al fin y al cabo
                        ¿para qué
                                        tanto alboroto?
¿Para disparar rimas
                                y atronar con el ritmo?
La palabra del poeta
                                 es su resurrección,
su inmortalidad,
                          ciudadano inspector.
Dentro de cien años, 
                                    en un pliego de papel
cogerán una estrofa
                                y resucitarán este tiempo.
Y ese día
                surgirá
con  fulgor de asombros,
                                        y olor a tinta
le envolverá en su vaho,
                                        señor inspector.
Usted, habitante convencido
                                             del día de hoy
saque en el Comisariado de caminos
                                              un pasaje a la eternidad,
calcule
            el efecto de mis versos,
divida
            mi salario
                            en trescientos años.
Mas la fuerza del poeta
                                    no estriba
en que le recuerden a usted en el futuro
                                                               y se ausenten.
No.
      Hoy
            la rima del poeta
es caricia también,
                                consigna,
                                                látigo,
                                                          bayoneta.
Ciudadano inspector,     
                      pagaré cinco
quitando los ceros que van detrás.
Por derecho
                    yo
                        reclamo un hueco
entre las filas    
                      de los obreros
                                            y campesinos más pobres.
Y si usted piensa
                            que todo consiste
en saber utilizar
                          palabras ajenas,
entonces, camaradas, 
                                    aquí tienen mi pluma,
y escriban
                ustedes
                              cuanto quieran.

(1926)

 








Poema: Vladimir Mayakovsky.
          Canción: George Harrison.