Soy Pablo Soto y "Párpados sicarios" es el blog en el que dejo registro de mis inquietudes en torno a la literatura, especialmente sobre la poesía. Podrán encontrar en las diferentes pestañas los temas de interés del blog. Allí podrán leer y comentar textos propios y de otros autores. También pueden seguir al blog en Facebook e Instagram como Parpadosicarios. En Facebook: https://www.facebook.com/parpadosicario En Instagram: @arpadosicario En Spotify: Párpados Sicarios Podcast

31 ago 2022

Alberto Fritz*



Vienen de las islas

2
las aves
los pastos más duros
la canción del niño
el corazón del agua
el aire
 
se preparan
 
¿qué preparan?


5
la estación oscura
                                   canta
al borde del camino
en la piedra
 
en la frágil piedra aparecida


6
llegar a este lugar para toda la vida
 
 
7
destino
del que escribe:
 
combatir las apariciones


10
trajo mi madre
 
casi oscuras
como la piel de la memoria
 
un tazón de cerezas de las islas
 


13
contaba mi padre:
el abuelo un día se sentó a la sombra
de la galería de la casa
 
a sus espaldas golpeaba el agua de las estaciones
 
el hombre trenzaba su vida
estiraba las líneas del cuero amansando una vida
antes salvaje
 
al atardecer, mientras liaba un cigarro
recorría la galería y recordaba las islas a lo lejos
 
dije bien, no hay error: no miraba, recordaba las islas



17
el hombre escucha el canto
de los pájaros
 
abre los ojos al rojo
que se desprende del cielo
 
deja una palabra a la deriva
 

Campos son senderos

4
¿Pérdida?
 
La desnudez
la caída original
no son más que
 
ramas
y hojas
 
de un árbol
 
sacudido por la tormenta.
 
 
5
Una vez soñé un hombre movido por un sueño.
 
El hombre que camina en el bosque
dentro de su propio sueño.
 
Que es el sueño de todos.


8
Perros que comen al alba
las manchas que deja la luz en los círculos de agua
 
y pájaros
 
que desgarran la corteza de los árboles.



Mono-pez volador

Somos el mono
que busca el mapa perdido
aullido en cruz
hueso pulido.
 
Somos trabajo, corazón, pedido de auxilio.
 
En la cartografía del olvido
somos la nostalgia del Paraíso.
 
Mono-pez volador
costilla-ojo de la Rosa de los Vientos.
 
Qué hacer con el árbol
inventado y fuera del tiempo.
 
Mariposas de un infinito vedado.
 
Lo que vemos:
 
lluvia en los ojos de aquellas mujeres
lluvia en los lomos de los animales
lluvia en el fragmento primigenio que no entenderemos.
 
Bonzo de látex anudado al misterio.
 
Somos una caja negra enterrada en el desierto
las huellas de un cuerpo con instrucciones falsas
cubierto por la sal.
 
¿Qué dice el que habla?
Dice la letra minúscula de su vida.
Dice: oh, soy el pasado reciente.
 
Somos el pasado reciente, el montaje de piedra
el sueño de unos dioses últimos
la dureza del tiempo
el reloj de arena.
 
Y no somos
y rompemos
como rompe en orillas la marea.



La madurez

1
Golpea con tu piedra
el lado oscuro de mi corazón.
 
             Donde duermo habita otro.
 
Golpea con tu llanto.
 
Vino mi madre nacida dos veces.
Es el alba y aún duermo.
 
Golpea con el ala del pájaro blanco.
 
Vamos de viaje.
La mano anota: hubo sorpresa en el revés de la madera,
también algo que la claridad desnudó por fin.
 
Duermo al costado de mí mismo.
La almohada es de agua.
 
Golpea con tu piedra.
 
El pez se levanta por sobre la ola:
el ánima de mi frente.
 
Un fruto.
Luego otro:
la llama dorada.
 
Es el corazón de mi padre.
 
Ahora duermo como un niño.
 
Golpea con tu piedra.




Solo
¿Por qué ahora esta soledad?
David Markson
 
 
1
La soledad es un hombre llamado Cristo
clavado en una cruz.
 
La soledad es el Buda
                                                    su silencio solo
su risa paciente de agua y oro.
 
La soledad es esta planta
                                                    bajo el aguacero
en la tarde.
 
 

2
Todas las cosas tienen
                                             más allá de sí mismas
un segundo cuerpo:
                                             el cuerpo de la soledad.
 
Es un espacio mínimo
 
un hueco
 
un destello
 
un matiz.
 
Testimonio del espíritu              que como un pájaro
canta en la rama más alta
 
de un árbol lejano.
 
El lejano y frágil árbol de la soledad.
 
 

3
El agua en su punto de hervor es la soledad.
En su punto máximo de hervor.
 
Y sin embargo, hacemos con ella el mejor té.
 
El té de anís y menta.
 
La ceremonia del solo en la noche de agua de la soledad.
 
 

4
Afuera, la calle: sus fugitivas, livianas luces.
 
Los sonidos de las alarmas de los autos,
la sirena de la ambulancia, sus amortiguadores atroces
que despiertan al que va a morir y no lo sabe.
 
Adentro, la soledad.
 
La solemnidad del cuerpo descansado
en el pijama de seda de la soledad.
 
 
5
Observemos el rostro de un santo
                              y sabremos algo sobre la pureza.
Miremos a los ojos a un hombre
                              y sabremos todo sobre la soledad.
 
Pablo           que primero fue hombre
y después santo      sintió el agua fresca de la divinidad
correr por sus venas en forma de luz.
 
Porque hay soledad
                                aun en el dios que para vivir
necesita del sacrificio más inmenso
                                que puede dar un hombre:
 
el sacrificio de la completa soledad.
 
 
6
La escritura es una soledad incompleta.
 
El lenguaje no puede escapar a esa incompletud
porque nunca deja de optar entre cuerpo y espíritu:
el vaivén poético.
 
Ahí termina el lenguaje y empieza la literatura.
 
Y ahí termina también (en el corazón de la literatura),
la posibilidad de conciencia de la soledad.
 
 
7
Cuando la mujer
ingresa en el territorio baldío de la soledad
viaja más lejos que el hombre.
 
La acompaña la luna y la canción
y si en mitad del viaje da a luz
sus hijos se reconocen parte de esa vastedad
y no regresan jamás a las ciudades.
 
Las escamas de la luna en el cuerpo de la canción.
 
 
8
El tiempo desaparece en soledad.
 
Y en esto           el amor comparte con la soledad
la cualidad de aquietar esa marea
 
que crece con el insomnio          y a la virtud se parece.
 
Salvo que aquí    (aunque cerca del cielo)
estamos en un páramo desolado:
 
en el purgatorio del tiempo real de la soledad.




*Todos estos poemas pertenecen al libro "Vienen de las islas", 2019 El Suri Porfiado Ediciones.

30 ago 2022

Liliana Lukin*


III
Como una constelación
que vista desde la tierra supone
brillo y quietud - destello y suspensión
pero hormiguea y gira
acomodando su sonido
a un disimulado frenesí
así: clarísima y autónoma
sin detener nunca
cuerpo ni pensamiento
-el pensamiento del cuerpo-
actuando sobre un espacio
de sombra y luz
para sostener en el vacío
la consistencia
de polvillo
su carne estelar: piedra
en el aire
fuego en el centro
de la piedra
equilibrio para dibujar
a la mirada formas
y mitos a la imaginación
como una constelación
inventa su plenitud
en la armonía así
deviene ella misma su estar
en la órbita de astros y satélites
ni necesaria ni inútil
su belleza no es otra
que la que figura una lente
(a miles de kilómetros) al ojo
deslumbrado:
 una nueva
combinación de cristales
donde lo real -otra vez-
brilla por su ausencia.


VI
Como una lluvia de otoño
que ni refresca
ni aumenta el temporal
pero hace sonidos extraños
sobre las hojas caídas
y desplaza de su centro
de gravedad
el estado de las cosas

temblando de placer
en la tibieza del dolor
y ardiendo al contacto
con la piedra caliente
o helándose de igual
perplejidad

así cayendo en ráfagas
de más o menos intensidad
según la furia
de un viento secreto
y poderoso

creando arroyos de fuga
hacia adentro
y dejando espejos
de agua tranquila
para el trabajo de la infancia.

Como una larga lluvia
persistente
en el surco abierto
por los pasos
deja su hilo que nutre
o que perfora
así ella formaba
de su propia materia
la imagen del llover
lloviendo en los seres
que adoraba
con ternura pertinaz
fugaz y eterna
en la repetición de su dulzura

una llovizna
eso tras la cual brillan
en el aire cristales
o momentos
y todo seca en lo libre
del aire su verdad
pero ha llovido:
                  no hace
ni frío ni calor
aunque un temblor
recorre
el saber que los amantes
guardan del olvido

como una lluvia.



X
Como un paisaje
que en la curva del camino
asoma su plenitud
y esconde al viajero.


XIX
Como agua
tumultuosa o suave
según el cauce
o inclinación
los leves accidentes
del suelo o cielo

como agua
que fluye puliendo
las piedras del fondo
al aire lo hundido
y bien hondo
lo que se deja ver

así ella lavó su rostro
dos veces
en el mismo amante (-él no sabe
lo que espero de
- decía echando
más amante en sus ojos )
y el instante no era
en nada
parecido al instante.

Como agua
que hacia adentro
deja tocar
la grieta que la esconde
y desde la orilla
parece transparentar
así ella dos veces
lavó su rostro
con el mismo amante
(-espero de mí
decía- alguien
que sepa lo que espero )
y el instante
no era en nada
parecido al instante
que ella amaba.

Como agua
turbia o suave
según el cauce
o inclinación

así ella daba
al sediento su sed
y el amante no era
nunca
dos veces el
mismo amante.


XXIV
Como jazmines en agua
que exhalan el perfume
más denso
duplicando ese perfume
en el amarillear
así ella
de la carne de sus pétalos
soltaba
más elixir de noche
que de día
y más denso
cuanto más cansada
su cuerpo sostenía
como jazmines
en el agua
al amarillear.

XXVII
Como una caja
que guarda y resguarda
aunque está expuesta
así ella
lanzada al reto
doble en su apuesta
de mostrar y guardar
hace del dar
su secreto.
Como una caja
tapada pero abierta.


XXXIII
Como una mano
que escribe
tendida en lo blanco
y dibujando
palabras
exhibe su desnudez
atada al nudo
de las frases que labra
así
ella en lo mudo
crece
y al escribir ofrece
como una mano
su desnudo.


* Poemas extraídos de la versión digital del libro "Comparación comparativa". 

20 jul 2022

Bellessi-Waters-Gilmour: un jardín de gestos.

 He construido un jardín como quien hace
los gestos correctos en el lugar errado.
Errado, no de error, sino de lugar otro,
como hablar con el reflejo del espejo
y no con quien se mira en él.
He construido un jardín para dialogar
allí, codo a codo en la belleza, con la siempre
muda pero activa muerte trabajando el corazón.
Deja el equipaje repetía, ahora tu cuerpo
atisba las dos orillas, no hay nada, más
que los gestos precisos -dejarse ir- para cuidarlo
y ser, el jardín.
Atesora lo que pierdes, decía, esta muerte
hablando en perfecto y distanciado castellano.
Lo que pierdes, mientras tienes, es la sola compañía
que te allega, a la orilla lejana de la muerte.

Ahora la lengua puede desatarse para hablar.
Ella que nunca pudo el escalpelo del horror
provista de herramientas para hacer, maravilloso
de ominoso. Sólo digerible al ojo el terror
si la belleza lo sostiene. Mira el agujero
ciego: los gestos precisos y amorosos sin reflejo
en el espejo frente al cual, la operatoria carece
de sentido.

Tener un jardín es dejarse tener por él y su
eterno movimiento de partida. Flores, semillas y
plantas mueren para siempre o se renuevan. Hay
poda y hay momentos, en el ocaso dulce de una
tarde de verano, para verlo excediéndose de sí,
mientras la sombra de su caída anuncia
en el macizo fulgor de marzo, o en el dormir
sin sueño del sujeto cuando muere mientras
la especie que lo contiene no cesa de forjarse. 
El jardín exige, a su jardinera verlo morir.
Demanda su mano que recorte y modifique
la tierra desnuda, dada vuelta en los canteros
bajo la noche helada. El jardín mata
y pide ser muerto para ser jardín. Pero hacer
gestos correctos en el lugar errado
disuelve la ecuación, descubre páramo.
Amor reclamado en diferencia como
cielo azul oscuro contra la pena. Gota
regia de la tormenta en cuyo abrazo llegas
a la orilla más lejana. I wish you
werw here amor, pero sos, jardinera y no
jardín. Desenterraste mi corazón de tu cantero. 





Poema: Diana Bellessi
Canción: Waters/Gilmour

3 mar 2022

Portante-Lennon: signos maduros del abandono.




 A VECES CIERTOS GRITOS DE PÁJAROS
posados en las frutas maduras
como tantos signos que hablan
de estaciones a recorrer o de nudos
a deshacer en la cabellera de los años
ciertos gritos de pájaros a veces
como si gritara lo que en ellos no sabe morir
se prolongan en la noche. 

No que buscan un volumen esférico
en el que deslizar sus duelos.

No que buscan en lo redondo
lo que de la fruta madura se parece a la muerte.

No que al oído prudente del que vigila todo esto
escapa el orden que rige el sistema
ni que delante de tanto universo
cada grito aislado pudiera ser
confundido con el ruido que hizo la eternidad
cuando un sábado a la noche del mes de marzo
se fue de una habitación blanca
una madre de ojos negros.

Los frutos estaban maduros ese sabado.
Y maduro estaba también lo que no sabía quedarse
y se prolongaba en la noche.











Poema: Jean Portante
Canción: John Lennon