Soy Pablo Soto y "Párpados sicarios" es el blog en el que dejo registro de mis inquietudes en torno a la literatura, especialmente sobre la poesía. Podrán encontrar en las diferentes pestañas los temas de interés del blog. Allí podrán leer y comentar textos propios y de otros autores. También pueden seguir al blog en Facebook e Instagram como Parpadosicarios. En Facebook: https://www.facebook.com/parpadosicario En Instagram: @arpadosicario En Spotify: Párpados Sicarios Podcast

29 jun 2019

Soriano: el ritmo de los años felices.

“Por un par de meses, antes de que yo la conociera, ella había sido la novia de nuestro zaguero central y alguien me dijo que el tipo se vanagloriaba de haberle puesto una mano debajo de la blusa. Eso me lo hacía insoportable. Tan celoso estaba de aquella imagen del pasado que casi dejé de saludarlo. El chico era alto, bastante flaco y pateaba como un caballo. Yo me mordía los labios, allá arriba, en la soledad del número 9, cuando me fauleaban y él se llevaba la gloria del tiro libre puesto en un ángulo como un cañonazo. Si lo nombro hoy, todavía receloso, es porque participó de aquella victoria memorable y porque sin su gol el mío no habría tenido la gloria que tiene.
Mi novia admitía haberlo besado, pero negaba que el odioso personaje le hubiera puesto la mano en el escote. A veces yo me resignaba a creerle y otras sentía como si una aguja me atravesara las tripas. Escuchábamos a Billy Cafaro y quizás a Eddie Pequenino pero yo no iba a bailar porque eso me parecía cosa de blandos. En realidad nunca me animé y si más tarde, ya en Tandil, caí en algún asalto o en una fiesta del club Independiente, fue porque estaba completamente borracho y perseguía a una rubia inabordable.
Pasábamos el tiempo en el cine, acariciándonos por debajo del tapado que nos cubría las piernas, y creíamos que su padre no se enteraba. Tal vez era así: andaba inclinado, ausente, masticando el charuto apagado, neurótico por el humo y el calor de la cabina de proyección. Pero la madre no nos sacaba el ojo de encima y aquella desgraciada tarde de invierno irrumpió en la boletería y empezó a darle de cachetadas a mi novia.
Después supe que hacíamos el amor todos los días, pero en aquel entonces suponía que había una sola manera posible y que si ella la aceptaba, el más glorioso momento de la existencia habría ocurrido al fin. Y ese instante, en una vida vulgar, sólo es comparable a otro instante, cuando la pelota entra en un arco de verdad por primera vez, y no hay Dios más feliz que ese tipo que festeja con los brazos abiertos gritándole al cielo.
(del relato  "Primeros amores")


“Discutimos en la pensión porque yo ignoraba las matemáticas y la química y volvimos en silencio, muy lejos uno del otro. Lo dejé ir adelante y todavía veo su camisa sudada flotando en la ventolera. Yo no sabía qué hacer de mi vida y miraba para arriba a ver si bajaba la pelota. Tenía diecinueve años y me sentía solo en una cancha vacía. Todavía estoy ahí, demorado con mi padre en medio del camino. Imagino historias porque me gusta estar solo con un cigarrillo y estoy cerca de la edad que tenía mi padre cuando se tumbaba de la moto. Fueron muchas las caídas y no siempre lo levanté. Me gustaría saber qué opinión tendría de mí, que he perdido su petróleo. Quisiera que echara una ojeada a estas líneas y a otras. Que me regalara un juguete y me contara cuántas veces estuvo enamorado; que me explicara qué carajo hacíamos los dos en un camino de Neuquén rumbo a las torres de YPF,
mientras en el transistor se apagaba la voz de Julio Sosa cubierta por los acordes de otra marcha militar”.
(del relato "Petróleo")


“Me contó esa mentira como antes me había contado otras, pero a mí no me importaba porque me gustaban sus relatos dichos con voz muy baja, casi inaudible. Recuerdo que en sus cuentos él siempre caía mal parado. A los fascistas de Uriburu no atinó a devolverles ni un solo golpe y la chica del Once se quedó con otro. A Gardel lo encontró en un bar de Corrientes y lo llevó a su casa en un coche prestado, pero no se atrevió a pedirle autógrafo. 
Estaba acercándose a la mesa cuando el Zorzal apagó la sonrisa, se levantó de golpe y los mandó al carajo a Razzano y a una mujer de pelo amarillo. Mientras todos lo miraban alejarse, mi padre salió por otra puerta, subió al coche y oyó que Gardel lo llamaba. "Haceme la gauchada, pibe, tírame en casa", le dijo. En el trayecto lo convidó con un Camel importado y sacó los anteojos para leer algo que la rubia había escrito en una servilleta manchada de rouge. Después se puso a silbar y a tamborilear con los dedos sobre el tablero del coche. Nada más. Ni una palmada, ni una de esas eternas sonrisas. Carlitos arrugó la servilleta, la tiró por la ventanilla y en el cruce de Lavalle con Jean Jaurés desapareció para siempre de la vida de mi padre.
—¡Eso no es verdad! —gritó el predicador entre sueños—. Gardel nunca compuso nada. ¡Si no sabía ni silbar...!
Mi padre lo miró , azorado , como si el otro le discutiera su propio pasado . Bastó esa distracción para que la camioneta se saliera de la huella y resbalara cuesta abajo por el lodazal. Caímos de lado, uno encima del otro, hasta que la pick-up de Obras Sanitarias quedó inclinada contra un alambrado. El primero en salir fue el pastor, con la valija sobre la cabeza; después mi padre me pidió que le sostuviera el volante para apoyar un pie y alcanzar el hueco de la puerta. Una vez que todos estuvimos afuera, el predicador abrió su maletín a hurtadillas y sacó un piloto de esos que usaba Humphrey Bogart. Se lo puso y señaló la Biblia.
—Oremos, hermano. Porque le mientes a tu hijo y adoras a falsos ídolos. —Se puso los anteojos y silbaba —insistió mi padre—Me parece que era Golondrinas."
(del relato "Encuentros")



Fragmentos extraídos del libro "Cuentos de los años felices", Osvaldo Soriano, 1992. 

7 jun 2019

Urondo: apología de "el señor de los tristes"

CARLOS GARDEL*

Extranjero del silencio
en el mundo arrasado; vertiente de la extrema melancolía
y del coraje y de la velocidad del amor y del miedo.

Dueño de la ciudad, de su memoria blanda
y de la madrugada hambrienta y sin sentimientos
y de la suprema cordura de los vagos.

Cómplice de los encuentros,
de la grappa que nos hizo hablar,
loco de la noche, despreocupado amigo del alba, señor
       de los tristes.


ABRIGO

Aquel tapado de armiño,
esta situación que vivimos, mi amiga,
estos recuerdos que siempre tendremos
y esta vida que juntos vamos haciendo.

Algún día, y digo por decirlo, tendremos
ese tapado de armiño;
será un tiempo más justo, forrado en lamé,
como el tapado del tango. Un tiempo sin olvido.

Ese tapado de lo que fue,
nos hará siempre felices, viejos golpeados;
y tendremos tiempo para el ocio, o para la melancolía
y nunca llegaremos a aburrirnos.

Esta noche espero contento y hacerlo
es como ganar la revolución; estaba escrito
que tu llegada sería como una caricia después de la pelea,
la alfombra de la victoria, el puño que consume la derrota.

Pronto será la hora de las brujas y de los secretos
y después veremos la luz y escucharemos juntos ese disco
       del tapado;
y comerás con apetito con juventud y seguramente haremos el amor
y estarás conmigo y no tendrás miedo a nada.


LA PURA VERDAD

Si ustedes lo permiten,
prefiero seguir viviendo.

Después de todo y de pensarlo bien, no tengo
motivos para quejarme o protestar:

siempre he vivido en la gloria: nada
importante me ha faltado.

Es cierto que nunca quise imposibles; enamorado
de las cosas de este mundo con inconsciencia y dolor y
      miedo y apremio.

Muy de cerca he conocido la imperdonable alegría; tuve
        sueños espantosos y buenos amores, ligeros y culpables.

Me avergüenza verme cubierto de pretensiones; una gallina torpe,
melancólica, débil, poco interesante,

un abanico de plumas que el viento desprecia,
caminito que el tiempo ha borrado.

Los impulsos mordieron mi juventud y ahora, sin darme
       cuenta, voy iniciando
una madurez equilibrada, capaz de enloquecer a cualquiera
       o aburrir de golpe.

Mis errores han sido olvidados definitivamente; mi memoria
      ha muerto y se queja
con otros dioses varados en el sueño y los malos sentimientos.

El perecedero, el sucio, el futuro, supo acobardarme, pero
     lo he derrotado para siempre; sé que futuro y memoria
     se vengarán algún día.

Pasaré desapercibido, con falsa humildad, como la
Cenicienta, aunque algunos

me recuerden con cariño o descubran mi zapatito y también
       vayan muriendo.

No descarto la posibilidad
de la fama y del dinero; las bajas pasiones y la inclemencia.

La crueldad no me asusta y siempre viví
deslumbrado por el puro alcohol, el libro bien escrito, la
        carne perfecta.

Suelo confiar en mis fuerzas y en mi salud
y en mi destino y en la buena suerte:

sé que llegaré a ver la revolución, el salto temido
y acariciado, golpeando a la puerta de nuestra desidia.

Estoy seguro de llegar a vivir en el corazón de una palabra;
compartir este calor, esta fatalidad que quieta no sirve y se
       corrompe.

Puedo hablar y escuchar la luz
y el color de la piel amada y enemiga y cercana.

Tocar el sueño y la impureza,
nacer con cada temblor gastado en la huida

Tropiezos heridos de muerte;
esperanza y dolor y cansancio y ganas.

Estar hablando, sostener
esta victoria, este puño; saludar, despedirme

Sin jactancias puedo decir
que la vida es lo mejor que conozco.



*poemas de Francisco Urondo, Obra poética, AH Editora, 2017. 

2 jun 2019

Ceremonia del té en los ojos*

patagonia glam

¿cómo un lugar de tierra dura y seca podría convertirse en un espacio de brillos sedosos? el pelaje de los cuerpos toma la luz y empieza a reflejar algo diferente around the fur**: loto de agua, labios derritiéndose, uñas plateadas arañando la meseta, el óxido mutando en líquido cobrizo que se vuelca sobre matas y animales, luz verde pequeña redonda flúo que late allá atrás, iluminando vez a vez la mano que mece las pastillas y el alcohol. los animales están girando, el pelaje se mueve junto con el cielo y hay cuatro cruces al sur y veinte dedos en mis manos.


for alla tomorow´s parties***

gajos de nieve de arena. tamariscos. el sol no me deja mirar hacia delante. por el otro costado, ella se tira arena rubia en la cabeza y parece feliz. la gente alrededor está obligadamente contenta porque es feriado. la fotografía de mi tarde se vela.


ascensor: Radiohead

Por error pasé una noche
sentada en el palier
escuchando la música que venía
desde adentro.

Una noche pensando,
escuchando y tocándome la cara
en una especia de profundo
reconocimiento del mundo y de mí.

Tom me dijo al oído
demaisadas verdades como
para aceptarlas a la ligera.

Quería que me abran la puerta quería salir
corriendo
pero ahí estaba la música y la voz
el suelo frío y granulado, el ruido del ascensor
que hacían de ancla al presente.

Radiohead sonaba la primera vez de algo
y la última de aquello
siempre y ahora
irrepetible cada vez como la imagen
que refleja el espejo.


metal: Babasónicos
Para Ale O. M.
porque lo tenía escrito en la remera 
y caminamos tanta playa
pateando piedras preciosas y caracoles 
                                                         perlados
nos reímos con todo el cuerpo
y cantamos de muchas maneras la misma canción
deformando el aquí y el ahora

vivimos grabando casetes con nuestros hallazgos
que luego transformaban en favoritos

viajamos en colectivo fuera de la realidad
                                               cada verano
                                      buscando música

y todo fue tan hermoso tan
              brillante
             tan absoluto
que no podría distinguir 
en mi mapa mental
ese lugar que nos cobijó y alimentó
              por tanto tiempo. 






**Deftones
*** Velvet Underground

*Fernanda Maciorowski, Fondo Editorial Provincial, 2012. Los poemas "ascensor: Radiohead" y "metal: Babasónicos" fueron publicados en el fanzine de poesía Jinete 4.