Era noche de viento anoche cuando
desvelado oí al gato amigo, el perdido,
llamándome.
Su quejumbre apagada oí e el impulso
tuve de abrir todas las puertas a recibirlo.
Veinte días ya,
y si no lo mató un perro viene ahí.
Salte de la cama y corrí a la ventana
ver si lo veía y hacerlo entrar
acariciarlo darle comida. Sucio, flaco
estaría después e tanta ausencia.
Entonces otra vez oí el llamado;
pero mi di cuenta no era el gato,
era una persiana que con el viento hacía
tal quejumbre.
Cerré la ventana.
Fui a mirarme al espejo ver qué cara
le queda a uno después de desilusionarse.
Y en esas vecindades de viento engañador
y ladridos nocturnos
volví a la cama a no poder dormir. Acaso
¿esto es mucho decir sobre la ausencia de un gato?
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Lo que sobra zozobra
Los que odian dar migas a las palomas, esos
que cierran la mano para no desprenderse
de lo que sobra.
Los habrás visto.
Y si les pide algo un hambriento
levantan los hombros como a mí qué me importa.
Mientras más tienen más ni pizca aflojan y es de ver
cómo se les pone la cara ambiciosa.
Escondidos nocturnamente
cuentan su ganancia moneda a moneda y lloran
cuando se les merma un pedacito.
No se dan cuenta de en la vecindad
viven mancos rengos y tuertos
ya zafados de lengua los cuales van a hacer
que zozobren los que a las palomas
no dan lo que les sobra.
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Mi anciano hijo
Mi hijo es viejo y tiene eso raro
de sentarse nun banco la plaza
y estarse solitario hasta el amanecer.
No es por insomnio, me dijo,
sino en cómo hacer para dejar de pensar
y entrar directamente en el saber.
Algunos dirán que es estúpido
eso de dejar que el tiempo transcurra lúcido
por fuera del pensamiento propio;
pero allá él, mi hijo es así.
Tiene un impulso que lo alienta a correr
detrás de lo difícil,
pero como le falta agilidad en los pies
se siente en un banco de la plaza.
Para colmo aspira a ser alquimista
y quiere fabrica4r oro con la mente.
Tampoco entiende por qué se le corren los mocos
sin estar refriado y le brotan lágrimas
sin estar triste.
Le aconsejo m´hijito acuestesé,
descanse ´n la cama, ya todo está hecho;
pero él no me escucha,
va a la plaza y se amanece.
*en "Endeveras", Ediciones en Danza, 2004.
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