A veces
en medio del inútil fragor del día
tu pequeña luz ya apagada parece encenderse
inesperadamente sobre nosotros.
Nadie habla.
Nadie dice nada.
Entre el fragor y tu ausencia se alza
la única luz que nos alumbró
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1
Me voy temprano y regreso muy tarde
cuando la noche ha hecho ya
gran parte de su trabajo
y no queda tiempo para detenerse a mirar.
Así paso los días. Como si lo mejor de mí
estuviera paralizado y muerto
o mejor como si no hubiera existido nunca.
Nada más que este rostro hipnotizado.
Como un pájaro nocturno
alguna palabra escala mi sangre.
Entiendo que debo quemar mis manos una vez más.
Abro el cuaderno y escribo rápidamente.
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Todo arde
Pero no. Las cortinas están quietas,
Ningún estremecimiento las recorre.
En la casa no hay ruidos.
En realidad, ella no está en ninguna parte.
Lo que desde la ventana
Están solo el mismo paisaje de siempre.
Y no hay nada de música
En esto.
En esta expectación, en este silencio vertical
No hay ni una sola gota de piedad.
Nadie se ha sentado al lado mío esta noche.
Ni la más miserable palabra.
*Nació en Santa Fé 1940 y falleció en 1991, Publicó los libros “Poemas” y “Trabajo Nocturno” (UNL, 1985)
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