En la mayoría de ellos, salvo felices excepciones, el prologuista, hace alarde de un lenguaje que pretende ser “más lenguaje” que el que fluirá en las páginas siguientes. Así, es posible reconocer ciertos modismos, más o menos estereotipados, de la lengua en los prólogos. Estas afectaciones tienen varios supuestos sobre los que se asientan: el prólogo debe ser una especie de ritual de descubrimiento; el prólogo debe ensalzar el sentido que descubre y debe disimular tanto el descubrimiento como su apología. De esta manera, el prólogo oscila entre una ficción de la notación vertiginosa y desarticulada de la experiencia individual de la lectura y el barroquismo vacío producto de la exacerbada ornamentación léxica y sintáctica, que pretende ocultar la ausencia de lectura. Ambos contornos se refieren al mismo centro: la lectura, o la narración de su ausencia.
De entre los lugares comunes que suelen tener algunos
prólogos, la frase “YA DESDE LOS PRIMEROS POEMAS”, me parece la más esclarecedora.
¿Qué quiere decir el prologuista con YA
desde los primeros poemas etc., etc., etc.? ¿El prologuista se esperaba que
RECIEN DESDE LOS SEGUNDOS O TERECEROS POEMAS encuentre el sentido o la unidad
del poemario? ¿Cuáles son los PRIMEROS POEMAS, los dos, tres cuatro primeros
poemas, o el primero mismo? ¿El prologuista hace alarde de que aquello que el lector mundano
construye luego de leer y releer varias veces el poemario, él, perspicaz lector
y escritor de prólogos, lo descubrió YA desde LOS PRIMEROS POEMAS? y por tanto,
¿YA no le hace falta leer mucho más, porque YA descubrió, el sentido, la
unidad, el tono, el ritmo, DESDE LOS PRIMEROS POEMAS? Por esto, esta frase revela algo acerca de la
lectura, y no de la escritura: al leerla en un prólogo, se me ocurre que quien
la escribe, sólo leyó del conjunto de poemas que intenta comentar LOS
PRIMEROS, donde desde YA, está lo que se va a encontrar en el resto, entonces,
¿para qué seguir leyendo?
El prólogo se transforma en la construcción de una ficción:
la de la lectura. Quien escribe, construye un relato en el que narra “su
lectura”, que nunca existió más allá de LOS PRIMEROS POEMAS. El personaje
principal de esa ficción es, la lectura, que por ausencia se parece a los
enigmas en los policiales: la verdadera investigación no es sobre lo que se
percibe, sino sobre el modo de la percepción. El modo de percepción en el
prólogo es un acto de lenguaje que no tiene referente. De modo que el estatuto
del prólogo, a saber, que es una instancia secundaria que registra
sistemáticamente un acto primario, individual y solitario de lectura, cargado
de repeticiones, marchas contramarchas y borradores, cruces y rebotes, no es un conjunto de normas
(genéricas) que regulan un acto (la lectura) , sino al revés, una legislación que produce al acto. El prólogo no representa sino que produce una
lectura, produce la lectura misma de la obra que anticipa. Es un antes, pero no
de la escritura sino de la lectura.
El prólogo construye
un acto de lectura, si esta existió o
no, es irrelevante. Existe la escritura y una exo-escritura: la primera
corresponde a la ficción literaria (novela, poema, cuento etc.), la segunda a
la ficción de la lectura. Un prólogo está fuera de la obra, pero construye el
estatuto de lectura que la va a legislar. En ese sentido, ni YA DESDE LOS
PRIMEROS POEMAS ni luego de un sesudo estudio el prologuista se refiere a la
escritura literaria: su referente es su producto, o sea la lectura. Un prólogo
habla de cómo se lee, no de cómo se escribe.
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