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10 feb 2019

Horla City*

Una canción que no recordás


Acelerás despacio,
el aire en la cara te reconforta.
A tu derecha, una heladera de coca cola
ilumina la estación de servicio.
Un colectivo, amarillo, 
cruza lentamente la calle.
En la radio, los Beatles
una cucaracha flotaba en el café
cuando vaciaste la cafetera. 
Doblás y tomás por una calle oscura,
el empedrado te sacude un poco
y el ruido liso que te acompañaba
es ahora un leve repiqueteo.
¿Qué es lo que hace
que una vida funcione y avance?
Alguien, unos metros delante tuyo
hace señas para que te detengas. 



F. C.  divaga sobre un trastorno

Marcel, prestame tu resaltador
quiero que quedemos fosforescentes
en las páginas de aquel verano:

Pies descalzos sobre la vereda
y las cosas quietas en la felicidad de su condición.

Pero lo que no avanza retrocede.
Donde estaba la peluquería
pusieron una casa de quiniela
para volver a poner ahora
una peluquería, Marcel.

Me mojo el dedo con saliva
y levanto las cenizas que quedaron:
El tano Fuzzaro haciendo willie con la moto,
la chica que una tarde me inclinó la cancha
y la voz de Roli, el stalker de Boedo. 




Porque ya no compone para seres humanos.
Porque alegra la vida de mi tío
que sigue obsesionado con los Bárbaros.
Por sus pantalones ridículos,
por el oxígeno, contra la estupidez,
porque su cerebro se encierra
en una melodía inexplicable.
Nos ponemos de pie. 


El spleen de Boedo

Sé lo que hicimos el verano pasado
cuando el heladero cruzaba las calles
bajo el desierto spleen de Boedo.
Y abombado por el calor, 
dormía en el garage,
el perro siberiano de los Scardanelli. 
El verano pasado: pisado. 
Los cigarrillos doblados, olor,
Como una resistencia eléctrica
cuyos filamentos se apagan lentamente
la tarde roja vira al negro
y empieza la percusión de los postigos
tocados por el viento.
Bajo los látigos de agua, las plantas.
En las ventanas, los mosquiteros. 
Las cortinas hechas con largas tiras de plástico, 
bailan en las puertas de las cocinas. 
Y se encienden los espirales en las mesitas de luz. 


Ensayo bonsai: 
La media hora de Elvis Presley

de noche. Los transmitían en directo desde Las
Vegas. A mi mamá le encantaba Presley. Así que 
ahí estábamos, sentados en los sillones o
despatarrados sobre cama matrimonial. El 
famoso Presley era un gordo enfundado en un
traje de torero. Lento se movía en blanco y negro. 
Mi vieja tarareaba las canciones. Hasta que se
cortó la luz. Hubo un corte grande aquella vez,
casi media ciudad. ¿Se acuerdan? Cuando volvió
la luz, el concierto había terminado. Mamá se
fastidió y me preparó una palangana para que me 
lavara los pies. Al otro día, los chicos del barrio
hablaban de La Media Hora de Elvis Presley.  Eso
recuerdo, eso me encantó. Que alguien
determinara que lo que sucedió aquella noche
fuera La Media Hora de Elvis Presley. 
El lenguaje tiene que haber surgido así. 






*Fabián Casas, poemas extraídos de "Horla City y otros. Toda la poesía 1990-2010". emecé cruz del sur. 2010. 

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