La muerte de un caballo - Todos los caballos blancos
𝘏𝘢𝘤𝘪𝘦𝘯𝘥𝘢 𝘎𝘶𝘢𝘥𝘢𝘭𝘶𝘱𝘦, 𝘤𝘦𝘳𝘤𝘢 𝘥𝘦 𝘗𝘦𝘭𝘪𝘭𝘦𝘰, 𝘈𝘮𝘣𝘢𝘵𝘰, 6 𝘥𝘦 𝘭𝘢 𝘮𝘢ñ𝘢𝘯𝘢 11 𝘥𝘦 𝘑𝘶𝘭𝘪𝘰
Apenas acabábamos de salir
De repente murió
Quiso saltar
Y murió.
Yo iba delante
No puede ver nada
Después Gustavo me alcanzó.
“¿Y tu caballo?”, le dije sorprendido.
“Pues –me explica- quiso saltar
Y de repente murió
Sólo tuve tiempo para desmontar.”
¡Ah!…
Sin embargo, estábamos apurados; nos esperaban en la posta.
Hay que galopar, llegamos, ahí está el camión.
Hay que volver a salir de inmediato.
Gustavo se siente mal. No fue su culpa.
El caballo primero tembló. Y en seguida cayó.
Nos sentábamos en la parte trasera, las piernas colgando, afuera
El camino va tomando altura.
“Vea esa mancha, es él:
Murió en el cruce de los dos caminos.”
El camino va tomando altura.
Sin embargo, una gran nube desciende hacia el valle,
Desciende, ya está debajo nuestro,
De inmediato se pone a trabajar con tacto,
Pero grandiosamente,
Sepulta el caballo muerto,
Bajo hectáreas de blancura, a lo largo y a lo ancho
Y con él a todos los caballos aún vivos,
Los potros, las vacas y las ovejas de todas las razas
Y la hacienda incluyendo sus baños y su reserva de aguardiente.
Cruzamos un paso,
Nos alejamos cada vez más,
Por allá, del otro lado, murió el caballo.
Gustavo no sabe si murió con los ojos abiertos o cerrados
Entreabiertos, cree.
Tercera parada, hay que seguir apurándose, el tren va a partir.
Entonces Gustavo dice… 𝘶𝘯 𝘨𝘳𝘢𝘯 𝘤𝘢𝘣𝘢𝘭𝘭𝘪𝘵𝘰, y eso es todo.
(Lo que significa a la vez un caballo de raza, un caballito
extraordinariamente bueno y el afecto que le tenía.)
Eso está bien y mucho más, piensan todos. Pero ¿cómo
expresarse adecuadamente sobre un caballo?
Caballo de color trigo, con el penacho de leche y de
viento,
Caballo siempre intranquilo, con la cabeza obstinada en
perpetua negación,
En protestas, en rechazos a obedecer, reiterados-a-pesar-
de-todo,
En intenciones violentas siempre cercanas, no disimuladas-
por - obvias,
Activamente al acecho del misterio del aire,
Con la cabeza nadando en el aire demasiado leve para
sostenerlo,
Constantemente traicionado por él, siempre nadando.
Con un aspecto valeroso tan conmovedor y tan inútil.
Tú al que incluso los demás caballos
Sólo se acercaban con cierta apostura.
Un gran caballito, eso era, y murió.”
Poema: Henri Michaux
Canción: León Gieco.
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