“En cada poema hay una poética, y en cada poética una concepción del mundo. Por supuesto, al leer un poema no analizamos, casi nunca, ni la poética que lo sustenta ni la visión de la vida que nos propone; como tampoco muy a menudo el poeta que lo escribió nos ha querido dar un ejemplo práctico de sus nociones sobre la estética, el ser o el obrar. Pero todo ello se halla implícito en el acto creador que da origen a un poema y lo vuelve a originar en la lectura”, así inicia Raúl Gustavo Aguirre las palabras preliminares a su ensayo, hoy imprescindible, "Las poéticas del siglo XX". Se trata de una cita recurrente en ensayos, notas críticas o comentarios sobre la obra del poeta. Es cierto: sintetiza un paradigma de lectura. Con claridad y precisión conceptual, enuncia el marco general de las preguntas que nos hacemos los lectores de poesía.
Sin embargo, sus poemas son, también, un lugar de preguntas. Lugar, no en sentido metafórico, sino literalmente sus poemas son espacios, planos, paisajes: conjuntos de lugares desde los que o hacia los cuales se disparan palabras para dar lugar a preguntas. El hombre, la belleza, el amor, la vida, la tristeza, los objetos, la música, son algunas de las preguntas que se formulan en forma de poema. Y sobre todo este terreno fértil la pregunta central es sobre la poesía. No como una pregunta ontológica: ¿qué es la poesía?, sino como una pregunta existencial: qué hace la poesía en el mundo, con nosotros. Inventor de lugares, R.G. A. diseña a fuerza de imágenes que hacen emerger extrañezas, un territorio en el que pueda hacer pie la voz de la poesia diciendo mundos, personas y cosas nuevas. Un territorio para ser en palabras sin vericutos y enredos, sin luces estridentes. Un lugar para "sangrar sin adornos".
Hay más. Por momentos, en sus poemas asistimos a una intimidad que es de todos. Como si el tono y el ritmo construyeran un cerco para la palabra poética que dice al ser humano desde lo más íntimo. Un susurro al oído de todos. Claro que la poesía de R.G.A. no es intimista, sin embargo, tiene mucho de esa privacidad del secreto que se comparte. No debe ser casual que en su poesía Mozart y Charlie Parker conversen con Juanele: poetas de varias artes que han encontrado un cielo para todos en sí mismos.
Se trata, en definitiva de una poesía que toca el misterio y cuenta, sin escándalo, su secreto. Una poesía que hace trizas la realidad para comprender el mundo, su secreto, su silencio íntimo.
EN AMOR DETENIDA
I
hilos de mar le surgen de la infancia
islas de sueño por las manos
ella quiere vestirse una alondra de lluvia
quiere habitar un junco del milagro
se pone de perfil ante su cuerpo
le cuenta su cintura a la sirena
le ha preguntado al humo por su piel
se ha descubierto en una almendra
se mira por sus labios
se pierde en una lámpara
se niega a continuar
su mar en tanta tierra
su boca en tantas bocas
que ríen sin saber.
YA NO TE GUARDARÉ
Ya no te guardaré: se deshizo la música
donde me pareció que estabas.
Eran cristales rotos o arena, no sé bien:
yo pisé y comprendí.
Comprendí con asombro que el tiempo se estiraba
desesperado y sin sentido
y que yo no era nadie
excepto el que te amó.
Eran cristales rotos, piedras o desventuras,
eran cuerpos enormes o cenizas, no sé.
Yo pisé y comprendí.
Y UNO LE RUEGA A LAS PALABRAS
que no se porten mal, que no levanten
su reja ante nosotros. Uno les ruega
que nada digan si no pueden
más que decir, decir, ruido y miseria
queriendo hablar lo que no importa,
lo que ya se torció, lo que está frío,
y roto, y negramente terminado
tan sólo porque un día Adán habló.
¿Se puede? Uno quisiera entrar, quedarse
en el silencio de antes, para siempre.
Y sangrar sin adornos.
LA PLANTa
Una parte en el sol,
Tal vez algo en sí misma
Y otra parte en la sombra.
Todo el misterio toca sin escándalo
esta feliz desventurada
y nada se pregunta.
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