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7 jul 2023

Viernes 7 de julio: Jorge Luis Borges.

 La esquina como lugar privilegiado del barrio, punto de encuentro de personajes, puntos de vista y lenguajes. La historia de la esquina tiene su síntesis en "Balada del diablo y la muerte". La escena fantasmagórica de la canción de La Renga está narrada con un lenguaje cotidiano, vale decir, con metáforas bastante elocuentes que por cotidianas no dejan de ser sorprendentes. Ciertas reflexiones filosóficas en una lengua mundana y, como si fuera poco, personajes mitológicos encarnando el universo imaginado por la voz poética "al otro lado de la calle del otoño". El arrabal, la esquina , "las risas del aquellarre", la calle. La esperanza, la melancolía y la derrota. La desilusión, el miedo, la soledad, todo como una niebla.

Eso habia sido, más de 60 años antes de la canción de La Renga, 'Fervor de Buenos Aires': el primer libro de poemas de Jorge Luis Borges. La calle, los arrabales como la geografía de lo sensible humano. Los barrios bajos como la fuente de una nueva lengua poética que, en su barbarie, fundara nuevas metáforas, nuevas imágenes. La vanguardia no es el centro. En los poemas de 'Fervor...' se leen los contrastes, las arbitrariedades, la incorrecciones, los desatinos, las irreverencias y las incongruencias de una barriada. El lenguaje poético se revitaliza. Si el grupo Boedo o Carriego o Baldomero usan el poema como ventana para mostrarnos el barrio, Borges (y muchos otros después) triza el vidrio y hace que se note. Lo que vemos es el vidrio trizado (el lenguaje) y entre esas trizas intuimos un arrabal, tal como hace la canción de La Renga.
En alguna de las calles y esquinas de los poemas de 'Fervor de Buenos Aires', debió haber sucedido la "Balada del diablo y la muerte".
A todo el imaginario arrabalero que une a La Renga, sobre todo el disco "Despedazado por mil partes", con el Borges de Fervor de Buenos Aires hay que agregarle la atracción que ejerce el suburbio como margen de un centro cargado de ruidos y luces. En Borges, el suburbio se extiende hasta el Sur profundo de los Yacimientos de Chubut, en alusión a la visita que hizo el escritor y su familia a Comodoro Rivadavia que plasma en el poema Jardin. Angelina Covalschi inventó, desde el Sur, a Borges. La operación inversa (Borges inventando el Sur) ya había sido consumada. En "La novela de Borges" vemos al escritor contar en primera persona (justo él, que supo jugar a las escondidas con su "yo") su propia vida. Su vida hecha novela (justo él, que hizo del cuento un culto), Borges siendo otros (invento sureño) y a la vez el mismo.
Borges cuenta allí su visita a Comodoro Rivadavia. El escritor y su hermana caminaron por la ciudad: "Abandonamos la escasa avenida céntrica y fuimos a la loma, que así le decían. Casas apretadas, construidas con latas de Terrabusi y chapas de cinc, las más prolijas. Unos pocos jardines asomaban en ciertos patios. Se desperezaban como un día de fiesta".
Borges incluye la imagen de los jardines comodorenses como un día de fiesta en un poema de "Fervor de Buenos Aires". 
Este poema tiene fecha: 1922, y lugar: yacimientos del Chubut. Es el único del libro con estas referencias.
Por último, también este Sur parece haber inspirado el ensayo estético-filosófico "El cielo azul, es cielo y es azul" en el que se pregunta cómo nombrar, cómo poner en palabras la experiencia del Sur, donde "el paisaje se agolpa en la ventana" y "alguna de esas renegridas pirámides que se alzan sobre los pozos de petróleo, integran el desesperado paisaje que me rodea, y que conocen harto bien todos los moradores de este rincón del Chubut.".
En fin, al Borges que posó mirada y pies en la ciudad del viento parece corresponderle otro Borges inventado acá, desde acá. No sé cuántas ciudades pueden jactarse de haber inventado un Borges. No sé cuántos barrios han sido imaginados como los que se imaginan en "Fevor de Buenos Aires" y "Despedazados por mil partes".

ATARDECERES

La clara muchedumbre de un poniente
ha exaltado la calle,
la calle abierta como un ancho sueño
hacia cualquier azar.
La límpida arboleda
pierde el último pájaro, el oro último.
La mano jironada de un mendigo
agrava la tristeza de la tarde.
El silencio que habita los espejos
ha forzado su cárcel.
La oscuridá es la sangre
de las cosas heridas.
En el incierto ocaso
la tarde mutilada
fue unos pobres colores.


BARRIO RECONQUISTADO 

Nadie vio la hermosura de las calles
hasta que pavoroso en clamor
se derrumbó el cielo verdoso
en abatimiento de agua y de sombra.
El temporal fue unánime
y aborrecible a las miradas fue el mundo,
pero cuando un arco bendijo
con los colores del perdón la tarde,
y un olor a tierra mojada
alentó los jardines,
nos echamos a caminar por las calles
como por una recuperada heredad,
y en los cristales hubo generosidades de sol
y en las hojas lucientes
dijo su trémula inmortalidad el estío.

AUSENCIA

Habré de levantar la vasta vida
que aún ahora es tu espejo:
cada mañana habré de reconstruirla.
Desde que te alejaste,
cuántos lugares se han tornado vanos
y sin sentido, iguales a luces en el día.
Tardes que fueron nicho de tu imagen,
músicas en que siempre me aguardabas,
palabras de aquel tiempo,
yo tendré que quebrarlas con mis manos.
¿En qué hondonada esconderé mi alma
para que no vea tu ausencia
que como un sol terrible, sin ocaso,
brilla definitiva y despiadada?
Tu ausencia me rodea
como la cuerda a la garganta,
el mar al que se hunde.

CARNICERÍA

Más vil que un lupanar
la carnicería rubrica como una afrenta la calle.
Sobre el dintel
una ciega cabeza de vaca
preside el aquelarre
de carne charre y mármoles finales
con la remota majestad de un ídolo.

SUR

Desde uno de tus patios haber mirado
las antiguas estrellas,
desde el banco de
la sombra haber mirado
esas luces dispersas
que mi ignorancia no ha aprendido a nombrar
ni a ordenar en constelaciones,
haber sentido el círculo del agua
en el secreto aljibe,
el olor del jazmín y la madreselva,
el silencio del pájaro dormido,
el arco del zaguán, la humedad
-esas cosas, acaso, son el poema.

JARDÍN

Zanjones,
sierras ásperas,
médanos,
sitiados por jadeantes singladuras
y por las leguas de temporal y de arena
que desde el fondo del desierto se agolpan.
En un declive está el jardín.
Cada arbolito es una selva de hojas.
Lo asedian vanamente
los estériles cerros silenciosos
que apresuran la noche con su sombra
y el triste mar de inútiles verdores.
Todo el jardín es una luz apacible
que ilumina la tarde.
El jardincito es como un día de fiesta
en la pobreza de la tierra.
Yacimientos del Chubut, 1922

CALLE DESCONOCIDA

Penumbra de la paloma
llamaron los hebreos a la iniciación de la tarde
cuando la sombra no entorpece los pasos
y la venida de la noche se advierte
como una música esperada y antigua,
como un grato declive.
En esa hora en que la luz
tiene una figura de arena,
di con una calle ignorada,
abierta en noble anchura de terraza,
cuyas cornisas y paredes mostraban
colores blandos como el mismo cielo
que conmovía el fondo.
Todo -la medianía de las casas,
las modestas balustradas y llamadores,
tal vez una esperanza de niña en los balcones-
entró en mi vano corazón
con limpidez de lágrima.
Quizá esa hora de la tarde de plata
diera su ternura a la calle,
haciéndola tan real como un verso
olvidado y recuperado.
Sólo después reflexioné
que aquella calle de la tarde era ajena,
que toda casa es un candelabro
donde las vidas de los hombres arden
como velas aisladas,
que todo inmediato paso nuestro
camina sobre Gólgotas.

LAS CALLES 

Las calles de Buenos Aires
ya son mi entraña.
No las ávidas calles,
incómodas de turba y ajetreo,
sino las calles desganadas del barrio,
casi invisibles de habituales,
enternecidas de penumbra y de ocaso
y aquellas más afuera
ajenas de árboles piadosos
donde austeras casitas apenas se aventuran,
abrumadas por inmortales distancias,
a perderse en la honda visión
de cielo y llanura.
Son para el solitario una promesa
porque millares de almas singulares las pueblan,
únicas ante Dios y en el tiempo
y sin duda preciosas.
Hacia el Oeste, el Norte y el Sur
se han desplegado -y son también la patria- las calles;
ojalá en los versos que trazo
estén esas banderas.

UN PATIO

Con la tarde
se cansaron los dos o tres colores del patio.
Esa noche, la luna, el claro círculo,
no domina el espacio.
Patio, cielo encauzado.
El patio es el declive
por el cual se derrama el cielo en la casa.
Serena,
la eternidad espera en la encrucijada de estrellas.
Grato es vivir en la amistad oscura
de un zaguán, de una parra y de un aljibe.

CERCANÍAS

Los patios y su antigua certidumbre
los patios cimentados
en la tierra y el cielo.
Las ventanas con reja
desde la cual la calle
se vuelve familiar como una lámpara.
Las alcobas profundas
donde arde en quieta llama la caoba
y el espejo de tenues resplandores
es como un remanso en la sombra.
Las encrucijadas oscuras
que lancean cuatro infinitas distancias
en arrabales de silencio.
He nombrado los sitios
donde se desparrama la ternura
y estoy solo y conmigo.





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