Hardcore, existencialista, cursi, violento, siempre marginal.
En un extremo "Plástico cruel", la reversión de "Boquitas pintadas" (por tema y por escritura). Reversión como reescritura, pero también como la evidencia del reverso, de lo que en Puig está sugerido. Se trata de un descenso más en el infierno de lo que la literatura permite o no. No es el primero, pero es un eslabón más en la tarea de tensionar el status quo de una literatura paqueta o, mejor todavía, volviendo paqueta la literatura con los personajes y su lenguaje, sus giros, tonos y pretenciones. Como Puig con "lo popular", cierto costumbrismo y el cine, Sbarra fue reducido a dos tres tópicos: el sexo explícito, el mundo marginal, la desesperada cruzada por fusionar vida y obra. Sin embargo su escritura excede ampliamente ese cliché en el que parece encuadrarse toda literatura dificil de etiquetar.
Sbarra, como todo hito literario, tiene una tradición y, a la vez, prefigura la escritura futura: si Lemebel, Puig o Perlonguer imaginan a Sbarra, este, en sus textos, imagina a Camila Sosa Villada, por citar un ejemplo.
En un extremo, entonces, Plástico Cruel, la narración fragmentaria (una marca de origen de literatura argentina desde el Facundo) apelando a diversidad de discursos y registros de una historia de amor entre un marginal y una chica bien. Pero como en toda sus novelas, Sbarra pone al margen lo que importa: Bombón -poeta y puta-, una travesti entrañable que va escribiendo su diario cuya materia es su intimidad y su forma la poesía. Es, tal vez junto con Aleana, el personaje más potente de la narrativa de Sbarra: por historia, por desarrollo, por lenguaje, por anhelos y frustraciones concentra el mundo marginal al rededor del cual orbitan personajes y acciones. Y aquí lo novedoso: lo marginal, lo que está al margen (Bombón secunda la historia de amor entre Alex, el cerdo y Plástico Cruel) es, en realidad lo único que importa. En Plástico Cruel Bombón queda al márgen, pero es el centro del relato y del género (textual y sexualmente hablando). En la voz y caracter de Bombón, Sbarra prefigura toda una literatura: estilisticamente cursi, como los personajes de Puig, parece salida de Loco Afán de Lemebel y bien podría ser "La (primer) novia de Sandro":
"LUNES: Axel me mira. Yo le sonrió y sigo escribiendo. Estamos en la cocina de mi departamento. Se enamoró de una puta de lujo y eso le da un aire de seguridad. Me exaspera y me estremece. Axel sonríe. Se siente cómodo. Escribo verso inconexos, cualquier cosa. Lo hago solamente para no tirarme al suelo besarle los pies, tan jóvenes y tan sucios. Axel no sabe que su amistad es un elemento imprescindible para mi respiración. Sonríe. Le digo que en la heladera tiene cerveza. Vuelve con la lata de cerveza y se para a mi lado a leer lo que estoy escribiendo. Me paso la lengua por los labios y le miro el bulto. Sé que está leyendo lo que escribo. Entonces pongo en letras mayúsculas: SI NO ME TOCA PRONTO LAS TETAS MORIRE DE AMOR."
Y hablando con Linda Morris, Plástico Cruel, el tortuoso amor de Axel,el cerdo:
"-¿Qué vas a hacer cuando no puedas ganarte la vida de esa manera?
-¿Me ves con una bata reída, chinelas y charlando con las vecinas de una pensión?
-Eso no me aclara nada.
-Cuando mi vida deje de parecer una comedia musical voy a retirarme como una reina.
-¿Te vas a suicidar?
-No. Con mis ahorros voy a inaugurar el primer convento para travestis. Me encerraré a escribir, como la sor Juana, poemas a las pijas de mis amantes.
-Me cuesta entenderte, bueno, en fin somos de distinto sexo.
-No, Linda, no somos de distinto sexo, somos de distinto material."
Bombón encarna, entonces, la concentración de lo marginal y su voz: vital, poética, certera.
Pero este procedimiento de marginalizar el centro, le resulta útil a Sbarra en Aleana y en Marc, la sucia rata. En Aleana, que diluye fronteras entre ficción y ensayo filosofico, con esplendores fotográficos de la cultura tilinga, el centro del relato es Aleana pero queda absolutamente al margen de las triquiñuelas y estafas de propios y extraños. Su hermano, típico piojo resucitado, idealizado por ella y centro de sus relatos, permanece al margen en su accionar: nunca muestra sus cartas. La trama que se va tejiendo está marginada del texto, pero centralizada en la historia: Aleana, centralizada en el texto, habla desde el margen de la historia, aunque este contando la suya.
En Marc, la sucia rata la última escena es la clave: lo que falta, lo que no está, es lo central, lo que impide o habilita la acción. Marc es un poco una parodia de lo marginal, se ha caracterizado a este personaje como alter ego de Sbarra. Puede ser. Sin embargo, el cinismo, el sarcasmo y el tono impostado de su elocuencia arriman, en todo caso, a Marc, a un autoretrato paródico. Es cierto, es un marginal, pero permanece en el centro del relato, como el policía. Y ya sabemos que en Sbarra, lo marginal es un procedimiento más todavía que un tema. Lo que permanece en el margen pero es, en realidad, lo central son los relatos de LOS PRO Y LOS CONTRA DE HACER DEDO. El libro que Marc está escribiendo mientras interactúa con el mundo representado en el policía. En esos relatos se halla la materia marginal del mundo, hacia donde el lector debe dirigir el ojo para ver mejor. Historias, reflexiones, poemas, personajes narrando en primera persona, crónicas, perfiles: un abanico de géneros discursivos en un diversos estilos que pintan la realidad vital de "lo marginal". Esos fragmentos son el centro, irrumpen permanentemente en el diálogo por momentos desquiciado entre el policia y Marc. Como en Plástico Cruel, como en Aleana, la historia es una relación cuyo centro está en el margen.
Este procedimiento se plasma como escritura dentro de la escritura. Aleana escribe su historia, Bombón escribe su diario-poema, Marc escribe su compendio de seres y hechos: toda esa escritura opera desde y en el margen de cada texto. Lo marginal se vuelve estructura, la literatura política, la lectura se desvía. Sbarra descubre y ofrece, más que la reivindicación del reviente (como Puig con la cultura popular), un mecanismo para leer (literatura y lo real) allí forjado. Ser marginal es, ante todo, un leer desviado, una salida de la alienación.
Esto, en un extremo.
En el otro, "Los pterodactilos" como metáfora del amor. Poemas en prosa o prosa poética que proyecta su poesia hacia el terreno de la relación amorosa como eje vital. Hacen serie con este poemario Informe sobre Moscú y Del mal amor. Estos textos nacen, en términos de escritura, del margen de la novelas antes mencionadas: podrían haber sido escritos por Aleana, por Marc o por Bombón. Obsesionado con el amor imposible, la crueldad y lo cursi dan forma a un estilo que sin dejar de ser violento, adquiere colores, sutilezas que lo despegan del hardcore y lo acercan al grunge. Se trata de una violencia melódica, trágica pero pegadiza.
En Los pterodactilos, se torciona la fábula como género en metáfora del desamor, tan fatal como el amor mismo. El vuelo, el vacío, la negación, la esperanza sin razón, la búsqueda de lo que ya no va a encontrarse: asistimos como lectores a la tragedia animal del amor, a la ineludible desesperación del desamor. Como en "Informe sobre Moscú" y "Del mal amor", desgarra leer.
Íntimo, patético, llano: el lenguaje del amor es una descarnada presentación de lo humano. La primera persona en "Informe..." y en "Del mal amor" estalla sus limites: es una narración de ese estallido. Leemos en esos poemas la destrucción del yo diluyéndose en el amor que, a la vez, es lo único que garantiza su existencia. Se ama lo que no está, lo que está lejos, lo que abandona, lo que falta, lo que duele, lo que lacera y lo que distancia.
Ya no somos marginales de la humanidad, los lectores. Leemos lo humano en lo marginal como en Aleana, como en Marc, como en Plástico Cruel pero en otro registro, más introspectivo. Hay un dejo derrotista: la prepotencia de las novelas se transforma en ternura en sus poemas. Metamorfosis que da lugar a una lectura mas certera de lo real, del amor, de las relaciones:
"No.
No conocí el amor.
Solo conocí
el exasperante deseo de que el amor existiese"
Bombón, podría haber escrito esto: la violencia mitigada como exasperación del deseo de amar y ser amado. La reivindicación de lo marginal: lo irritante de amar, lo irritante de ser amado.
En estos poemas Sbarra se recluye (automargina) y desde allí escribe su desamor sin concesiones.
Dirán que se ablanda, que se vuelve cursi y burgués. En estos poemas Sbarra inventa toda una literatura amorosa al revelar modos de amar marginales, no por reventados sino por expulsados. La apropiación de lo cursi y burgués para hablar del sexo homosexual, violento y amoroso a la vez, no es solo una decisión política. Se trata de la reescritura de un lenguaje cuyos significados y sus usos se han cristalizado. Lo que lacera de estos textos es su lenguaje, el modo de nombrar el amor, más que la experiencia amorosa se trata de una experiencia literaria del amor que lejos de descarnar inscribe sobre la carne la lengua amorosa:
"¿Alguien habrá acercado su mejilla a una almohada
usada por mí para recordar el roce
de mi piel?
¿Alguien habrá permanecido despierto hasta la
alta noche para seguir amando con su mirada de egoísmo dormido?
¿Alguien habrá caminado por una calle desierta
de un país lejano murmurando mi nombre, llamándome?
¿Alguien habrá serenado su corazón apretando
contra su rostro pequeñas ropas mías?
¿Alguien habrá preferido mi muerte antes de
verme en brazos de otra persona?
¿Alguien habrá gozado entrando al baño después
de mi con el vapor y la temperatura
y los perfumes de mi intimidad?
¿Alguien habrá deseado caer en el sueño con mi
sexo anclado en su cuerpo?
¿O solamente yo amé de esa manera?"
Todos los rasgos de la escritura del amor de Sbarra se nuclean en Los pterodactilos como lenguaje, como procedimiento, como tono y como filosofía. Y es en se breve compendio donde se agota su mirada sobre el amor y donde, a la vez, hace posible la literatura amorosa travesti, homosexual, discidente. La búsqueda insaciable del amor:
"Con larval inocencia un pterodáctilo busca a su pterodáctila. Él no sabe nada de la muerte. Sólo sabe planear con ella como dos gigantes remeros del espacio. Sólo sabe que un pterodáctilo y una pterodáctila son un mismo cuerpo. Y ahora a él le falta una parte.
Ella murió una noche en que los cielos eran dorados.Aún está sobre la arena su cadáver fosilizándose, pero él insiste en la búsqueda porque eso no es ella, no es su pterodáctila: le falta el vuelo, la mirada y el olor del amor: Ignora las leyes de la naturaleza, cree en el reencuentro. Si necesita a su pterodáctila tiene que ser porque en algún sitio ella lo espera.Vuela chocando contra todas las salientes de la noche. Va una y otra vez por los lugares que conocieron juntos. Desde la orilla de aquel lago vieron la primera lluvia de estrellas, en ese cráter la tuvo entre sus alas.
Vuelve al cielo. Insiste en la búsqueda. Es una esperanza en vuelo y condenada.Desde lo alto de la noche color magenta se lanza en picada. Solitario y en silencio se desploma en ese fragmento de playa que nunca quiso mirar."
Y en Del mal amor:
"Ando por la casa buscando tus olores como
cuando rastreaba tus engaños.
Busco tus aromas. Durante la primera semana
encontré un par de medias y oreas
ropas que dejaste tiradas. Las huelo. Las beso. Al
principio lo hacia con
vergüenza. Después empecé a hacerlo con naturalidad Ahora lo hago con desesperación.
Las aplasto en mi boca y en mi nariz para extraerles
algo de lo que amé.
Sigo encontrando ropas tuyas, pero ya no huelen
Contienen apenas el recuerdo
del olor.
Con el tiempo, menos el deseo, todo se diluye.
¿Por qué no construí una jaula? ¿Por qué no tejí
una red para que dependieras
solo de mí?
Odio las teorías sobre el amor y la libertad. Debería
haberte construido una
sólida jaula. Y llevarte ahí el plato de comida, el
agua y el sexo. Serte imprescindible. Ahora me he quedado sin tus olores Y para colmo
en el prostíbulo de mi corazón
están reclamando aumentos desmesurados."
De un extremo al otro, centralizando lo marginal como lengua, como amor, como literatura Sbarra es, en su vida y en su escritura un imprescindible que nos provee de un modo de leer incómodo no por el tema ni por el idioma sino por la constante necesidad de desvío, como si leer literatura fuera una búsqueda insaciable de fracasos.
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