La siguiente selección de poemas intenta mostrar la compleja trama del amor. No son poemas "de amor", sino poemas que articulan en palabras modos del amor posibles, esperables, reprimidos.
Cinismo, ironía, oscuridad, desenfreno, sencillez, absurdo: los tonos y los colores del amor que expresan estos poemas.
Hay joyas: Carver enamorado de una argentina (para otro día queda la traducción "oficial" de ese poema), Sbarra fundiendo amor y sufrimiento, el torbellino de imágenes de Orozco, Casas y sus amores baratos e inolvidables, el temblor de Mirta Suarez Ponto, la ironía de Bignozzi, la cotidianeidad de Moisés...
Escribir sobre amor es, sobre todo, un tono más que un tema. Una manera de organizar la sintaxis y la sonoridad de la palabra para que vibre una sensación cuyo nombre está tan manoseado. No se trata, como dijimos de de un tema, sino de una escritura amorosa que devela sensibilidades. Leer, en estos poemas, es vibrar en la misma frecuencia que el amor, aunque amar sea del orden de la vida y no de la escritura.
Juan Manuel
Inchauspe
Climas
I
En todo comienza a destacarse
un previsible derrumbe.
Nosotros no necesitamos mucho.
Nosotros necesitamos una mano
abierta, un aliento sustantivo
una ternura
tan evidente que nos haga temblar.
II
Enroscados por
un clima tibio que anuncia los más dulces asaltos.
Hay una voluntad sin miradas
una agitación que nos hace crecer
como las
plantas: la libertad sin armas que tiene la forma de tu cuerpo.
III
Porque todas las palabras caían
de tu boca con ese cansancio de
alfombras
gruesas y flácidas que suele quedar después de alguna
Noche.
Querías explicar evitando
contradecirte, esos acontecimientos
de tu vida
que terminaron disponiéndose contra ti misma, dejando
atrás la
inocencia tu ofrecimiento y tus manos amables.
Porque todas las palabras no
tuvieron el suficiente calor como
para guardar
un largo equilibrio.
Porque
temblabas-
Porque
estamos hondamente solos.
Porque de algún modo nos
llevamos recíprocamente y es
imposible
hacer nada.
IV
Las palabras y los contornos
que escogiste cuidadosamente
para dibujar
una voluntad que no era realmente la tuya.
Las pequeñas mentiras cuya
necesidad no explicabas del todo
y que no
intentabas borrar en el temor de descubrirte demasiado
sola
complicando las madrugadas: sus hombros quietos.
Eso es todo lo que olvidaste
entre nosotros.
Has abierto y cerrado tu
corazón el tiempo necesario que me
lleva a
ocuparlo. Seré pues uno de los árboles de tu memoria para
evitar que
la sangre se torne incontrolable.
V
No necesito demasiado para
continuar estremeciéndome.
Necesito apartar estos meses
vacíos que se han filtrado hasta
nosotros.
Estos gestos muertos sin
corteza.
Estos inútiles comentarios al
margen y todo ese mundo enfermo
de turno.
Necesito lo que hicimos o lo
que se dejó de hacer.
Estrechar nuestro abrazo
redondo en clima agazapado de las Islas
o de esta
arena: ser de nuevo esa precisa responsabilidad o
ese
abandono.
Alberto
Szpunberg
El bar de
los viejos amores
Cuando crece
la noche el hombre recuerda y se confunde,
sabe que las
calles que lo han traído hasta esta calle,
si no fuera
por el bar, se quedarían en el tiempo,
él ya anduvo
alguna vez por estas calles y ahora vuelve:
el Bar de
los Viejos Amores sigue en la esquina, quién diría,
y el mismo
viento lleno de nombres sigue oliendo a Puerto.
Ese hombre
sabe que una mujer es como todas las mujeres
pero este
olor de lluvia hace cerrar los ojos,
aprieta bien
a fondo, remueve cosas viejas,
de veras que
estruja el corazón, ya no se puede:
esta música
del bar es capaz de alegrar toda una calle
pero basta
cerrar los ojos, aquella voz, la misma
sangre,
la sangre
que viene de otros tiempos,
de
otras calles que lo llevaron a esta
calle, lo trajeron,
de ese
puerto Liverpool donde juró nunca olvidarla, qué digo,
Nunca,
jamás, fue en Liverpool sino más lejos;
ese cuerpo,
en realidad, para qué en Liverpool, cómo negarlo,
siempre dio
que recordar, que entristecerse de algún modo,
alguno ha de
ser tu nombre de entre los nombres del viento
y te
pregunto de dónde, diablos, hoy que es martes,
vendrá el día,
basta cerrar
los ojos y ya se sabe que tu nombre es eso:
él canturrea
la música que alegra toda la calle
pero crece
la noche y tanto tiempo sin vernos, quién diría,
garabatea,
canturrea el hombre, se nos pone melancólicos hay que verlo:
"República
Argentina. 15 de octubre. Mi estimada
señorita:
desde esta hermosa gran ciudad de Buenos Aires
deseando se halle bien de salud cuando reciba
la presente
le escribo
esta carta para decirle que pienso en
vos…"
Historias historias
No hay lugar para el día en la casa deshabitada,
allá la noche aguarda todo el día a la hora de la noche
y los chicos no se atreven a jugar.
Un viejo sabe la única historia de esta casa:
la historia como todas se deshizo en pequeñas historias
y los viejos no convencen, charlan, charlan, charlan:
si no fuera el silencio, cada crujido de la noche,
cada susurro del viento sería una historia,
una única historia para contar:
la vieja enredadera que hoy cubre la ventana
hubo un tiempo en que sabía hacerse a un lado
cuando por esa ventana miraba una mujer.
Esta casa se vendrá abajo de tanto silencio,
se le abrirán hasta en el techo tantas puertas y ventanas
que la vieja enredadera tendrá solo el árbol
y alguna que otra ruina para trepar,
entre los escombros de esta casa
los chicos jugarán a la casa deshabitada
y durante el día no sabrá qué hacer la noche.
el día será el día
y quedará solo el viejo que charla, charla, charla:
si la vieja enredadera hoy cubre la ventana
es que la vieja enredadera no siempre fue vieja,
que la única historia es una historia como todas
y que por esa ventana miraba hace mucho una mujer.
Edgar Bayley
Entre un hombre y una mujer
Entre un hombre y una mujer
la vida crece
y crecen las lunas
los techos
la intemperie
mientras entre cruzan palabras halcones arañas
zigzagueos de la sombra y la espera
entre un hombre y una mujer
la pasión crece
el fulgor de una lucidez relampagueante
que trazan en lo oscuro su presagios
y cada uno teme al otro
y cada uno confía entrega una almendra al otro
y cada uno espera y dice: dios mío amor mío
y cada uno quisiera un reino azul para el otro
en cualquier parte del cielo de la tierra
una magnolia
la arcilla
unos balcones que dan a un bosque espeso
mientras oscurece
pero el otro no sabe nada y calla
esto suele pasar entre un hombre y una mujer
que se aman
y que apenas se conocen
hasta que las caricias estallan
y se dicen todo sin decírselo
con las manos en sus cuerpos
con la respiración entrecortada
la misma de la tierra toda
Raymond Carver
Por la mañana pensando en el imperio
Apretamos los labios contra el borde esmaltado de las tazas e
intuimos que la grasa que flota
en el café hará que el corazón se nos pare cualquier día.
Ojos y dedos se dejan caer sobre los cubiertos de plata
que no son de plata. Al otro lado de la ventana, las olas
golpean contra las paredes desconchadas de la vieja ciudad.
Tus manos se alzan del áspero mantel
como si fueran a hacer una profecía. Tus labios se estremecen…
Te diría que al diablo con el futuro.
Nuestro futuro yace en lo más profundo de la tarde.
Es una calle angosta por la que pasa un carro,
el carretero nos mira y vacila,
luego menea la cabeza. Mientras tanto,
casco un huevo espléndido de gallina Leghorn
con indiferencia.
Tus ojos se nublan. Te vuelves para mirar el mar
tras la hilera de tejados. Ni las moscas se mueven.
Casco en otro huevo.
Seguramente nos hemos empequeñecido juntos
Tortura
Te estás enamorando de nuevo. Esta vez
de una Sudamericana hija de un general.
Quieres revolcarte en la mierda otra vez.
Quieres que te digan cosas horribles
y admitir que esas cosas son verdad.
Quieres que se cometan actos indecibles
contra tu persona, cosas de las que
la gente de bien no habla en las aulas.
Quieres contar todo lo que sabes
de Simón Bolívar, de Jorge Luis Borges,
de vos mismo, sobre todo.
¡Quieres implicar a todo el mundo en esto!
Incluso a las cuatro de la mañana,
con las luces todavía encendidas –
encendidas día y noche
en tu cerebro y ojos durante dos semanas-
cuando darías lo que fuera por un cigarro y una limonada,
luces que ella no va a pagar, esa mujer
de ojos verdes y poco más,
todavía quieres ser su gaucho.
Baila conmigo, crees oírle decir
mientras alcanzas la jarra de agua vacía.
Baila conmigo, dice de nuevo, y no has entendido mal.
Ella escoge este momento para pedirte, hombre,
que te levantes y bailen desnudos.
No, no tienes la resistencia de una hoja caída,
ni la de una pequeña esterilla de bambú
bateada por las olas en el lago Titicaca.
Sales de la cama
Igualmente, amigo, y bailas
por amplios espacios abiertos
César Pavese
Dos cigarrillos
Cada noche es la liberación. Se ven los reflejos
en el asfalto sobre las avenidas que se abren lustrosas al viento.
Cada raro transeúnte tiene una cara y tiene una historia.
Pero a esta hora no hay más cansancio: los miles de faroles
son todos para el que se detiene a raspar un fósforo.
La llamita se apaga sobre el rostro de la mujer
que me ha pedido un fósforo. Se apaga en el viento
y la mujer, desilusionada, no quiere que un segundo
se apague: la mujer ahora ríe, sumisa.
Aquí podemos hablar en voz alta y gritar;
que nadie oye. Levantamos las miradas
a las muchas ventanas -ojos apagados que duermen
y esperamos. La mujer abraza a sus hombros
y se lamenta de que ha perdido el chal de colores
que a la noche le hacía de estufa. Pero basta con apoyarse
contra la esquina y el viento no es más que un soplo.
Sobre el asfalto extenuado hay ya una colilla.
Ese chal venía de Río, pero dice la mujer
que está contenta de haberlo perdido, porque me ha encontrado.
Si el chal venía de Río, ha pasado de noche
sobre el océano bañado por la luz del Gran transatlántico.
Por cierto, noches de viento. Ese es el regalo de un Marino suyo.
No está más el marino. La mujer susurra
que, si subo con ella, me lo muestra en un retrato
con ricitos y bronceados. Viajaba en sucios vapores,
y lustraba las máquinas: yo soy más bello.
Sobre el asfalto hay dos colillas. Miramos hacia el cielo:
la ventana allá arriba -me señala la mujer- es la nuestra.
Pero allá no hay estufa- A la noche, los barcos solitarios
tienen pocas luces o solamente las estrellas.
Cruzamos la calle del brazo jugando a calentarnos.
Después
La colina está tendida y la lluvia la empapa en silencio.
Llueve sobre las casas: la breve ventana
se llenó de un verde más fresco y más desnudo.
La compañera estaba tendida conmigo: la ventana
estaba vacía, nadie miraba, estábamos desnudos.
Su cuerpo secreto camina hasta ahora por la calle,
con su paso, pero al ritmo es más blando; la lluvia
desciende con ese paso, tenue y fatigada.
La compañera no ve la muda colina
amodorrada en la humedad: va por la calle
y la gente que la choca no sabe.
Hacia la noche,
la colina es recorrida por retazos de niebla,
la ventana recibe también ese aliento. La calle
a esta hora está desierta; la solitaria colina
tiene una vida remota en el cuerpo más oscuro.
Yacíamos fatigados en la humedad
de dos cuerpos, amodorrados uno sobre el otro.
Una tarde más dulce, de sol tibio
y de colores frescos, la calle sería una gloria.
Es una gloria caminar por la calle, gozando
un recuerdo del cuerpo, todo difuso alrededor.
En las hojas de las avenidas, en el paso indolente de las mujeres,
en las voces de todos, hay un poco de la vida
que los dos cuerpos han olvidado, pero que es un milagro.
Como descubrir abajo, en el fondo de un camino, la colina
entre las casas, y mirarla y pensar que conmigo
la compañera la mira desde la breve ventana.
En la oscuridad se ha hundido desnuda colina
y la lluvia murmura. No está la compañera
que se ha llevado su cuerpo dulce y la sonrisa
Pero mañana bajo el cielo lavado del alba
la compañera saldrá por las calles, tenue
por su paso. Podremos encontrarnos, queriendo.
Juan Carlos Moisés
El último
Siempre llegué último a todo
al cine al baile al trabajo a comer a dormir.
Nunca pude ser el primero en nada.
Ni una sola vez puede ser el primero.
Pero mi mujer
descartó a los que estaban primero
a todos
siguió hasta el final de la fila
y me eligió a mí
que estaba último.
La lista de compras
"Mi amor, la alegría de oír abrazados,
en el amanecer todavía oscuro,
los primeros teros
después del largo
y no muy amistoso invierno"
No te imaginás, dice mi mujer,
la cara que puso el chico del mercado
cuando descubrió por azar
las palabras escritas al dorso
de la lista de las compras
que le alcancé sobre el exhibidor
de las carnes frescas del día;
y la mía, dice ella, mi cara de no saber
qué decir en medio de la ansiedad
de los clientes, cuando me devolvió
el papelito confesando sin pudor
que le gustaban los poemas de amor.
Qué iba yo a pensar, cuando el barullo
de los teros nos despertó a la mañana
y con el apuro fui a escribir a ciegas
en el primer papelito que encontré
sobre la mesa, que el entusiasmo
de ese acto mínimo y fugaz
por la retirada del invierno
iba a tener tan rápido como canta el gallo
el consuelo involuntario de un lector
enamorado.
El lunar
En el lunar cercano a tu boca
te dibujé una cara.
Cuando reías la piel se estiraba
y entonces el dibujo también
se estiraba: era gracioso.
Te reías porque cuando te reías
la cara que dibujé en tu cara
se estiraba y causaba gracia
El lunar cercano a tu boca
era el ojo de la cara
que dibujé en tu cara.
El lunar era menos lunar que ojo.
Después llegó la hora de borrarlo
raspándolo con el pañuelo
mojado en saliva
frente al espejo del baño,
porque borrar se iba a borrar
por la voluntad o el paso de los días.
Pero ese detalle solo importa, mi amor,
a la luz de un pensamiento irregular
que una vez más pone a prueba
lo que somos, lo que seremos.
Osvaldo Bossi
15
Yo no quiero casarme, Robin.
No me interesa el churrasquito a punto
a las nueve en punto. Pero si quisieras
casarte con una chica o con un chico
yo seguiría estando aquí. Te regalaría
una linda camisa que haga juego con tus ojos
y brindaría a la salud de los novios.
Cualquier cosa que elijas contará siempre
con mi aprobación. Y si se viene la noche
como ahora, la noche liberal, pero
que la noche oscura de San Juan de la Cruz,
aquí estaré. Compartiendo el pan y los fideos
con manteca, saltando los molinetes
de Constitución, escuchando una cumbia
de Los Palmeras, suavecita, hasta espantar
a la malaria. ¿No es eso el amor? ¿Hacer el bien
sin mirar a quién? Aunque yo haga trampa y
te mire, te siga mirando,, Robin, de noche y de día,
en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte
como se dice -si puede separarnos- nos separe.
Pablo Bellido
LIV
la maresía que nos robaba la cortina gris del viento
no desaparece
veíamos ese mar
cada día
formábamos en el silencio sus olas
cada una de las aves marinas
que lo atravesaban
en ese aire espumoso
toda caída en picada
y salir
orgulloso
brillante
el alimento de la hora entre nuestras manos
agitándose
quiero decir
qué tipo de tormenta vas a necesitar conjurar
para reclamar
el faro al que no puede llegar
vos que solo sabes de brújulas
hechas de gallos rojos y cuevas
esta tormenta escondió todos los tesoros
XI
para el mito de la pasión
olvida las canciones de cuna
sé el desvelo de Sísifo
la página arrancada es vuelo
te deseo olvido, amor.
el mito de la pasión
necesita sangre nueva
Juana Bignozzi
Soy una mujer sin problemas
Todos lo saben
y entonces buscan mi compañía para charlar por las noches.
Sin embargo yo conozco a alguien que quiere morir en paz
consigo mismo
y me produce estremecimientos, insomnio, soledad,
porque la paz conmigo misma sería una guerra sin fin,
dos o tres asesinatos inevitables y alguna entrega desmedida
que no entra a mis planes.
Sin embargo yo sueño por las noches
con un jardín inmenso donde los muertos se levantan para
saludarme;
yo sueño con un hombre que me inquieta y como lo ignora
me habla amigablemente del resto del mundo
y de mis múltiples amores, tan simpáticos,
tan apropiados como tema de conversación.
-------------------------------------------------------
Como soy una mujer desmemoriada
repito mis penitencias al infinito
nosotros como locos presos por nuestras historias
amamos entre caras trágicas
nos empeñamos en el amor de algún día
en medio de este sol de invierno
en realidad pensamos en las muertes ineludibles de algún día.
Como soy desmemoriada me engaño diariamente
con soluciones ingenuas
abro ventanas nunca me animo a tirarme
si lo hiciera él miraría detenidamente mi rostro
mi amigo terminaría alguna de sus frases
pero la memoria vuelve y solo quedan
infinidad de cosas perdidas por nuestras buenas maneras.
José es barra
Señales de tránsito
Que la mujer que ames esté en su habitación con otro hombre. Que la ames. Y que ella esté haciendo el amor con otro hombre mientras vos estás en la habitación de al lado. Que llenes el espacio de música para tapar voces y sonidos que luego no podrías nunca olvidar.
Que alguien golpee tu puerta. Que al abrir la veas a ella envuelta en una toalla. Que te sonría. Que te diga si podés ir a comprar cigarrillos, para ella y para su amante. Que la mujer que ames haya ido hasta tu cuarto a pedirte que, ya que estás vestido, compre cigarrillos para ellos.
Y que vayas, que la quieras tanto.
Que llueva. Que corras por la calle hasta el kiosco a comprarle cigarrillos. Y que llueva mucho.
Que regreses empapado con los cigarrillos. Que la llames. Que golpees a la puerta de su habitación. Que tengas que repetir su nombre. Que escuches los sonidos de algo imprevistamente recomenzado. Que escuches jadeos de placer. Que vuelvas a tu cuarto. Que pasen los minutos como siglos. Que ella, la mujer que ames envuelta en su toalla, llame nuevamente a tu puerta. Que abras y te encuentres otra vez con su sonrisa. Que tengas que sonreír. Que debas imponerle otra sonrisa a tu confusión. Que le des los cigarrillos y que ella te agradezca por haber ido con esa lluvia. Que te pregunte cómo estás. Y que le respondas que estás bien . Y que no sea cierto. Que la ames tanto. Que te suceda algo así... para que me entiendas .
------------------------------------------------------------
Te informo sobre la situación en casa, por si te
interesa.
La persiana de nuestro dormitorio se trabó arriba
y se niega a bajar.
Las puertas del armario bostezan de noche y de
día.
La parte de tu lado de la cama se muere de
aburrimiento.
Una banda de polillas insensatas se comió la
cortina azul.
Cuelgan de todos los cajones lenguas de trapo
sedientas.
Las toallas que olvidaste en el suelo envejecieron
precipitadamente.
Los lirios de plástico que habías puesto sobre
calefactor se marchitaron
No quiero exagerar pero alguno de los Rolling
Stones humedeció con sus lágrimas la pared donde
pegaste el póster.
El cielorraso se descascara pidiendo que vuelvas.
(Y de mi corazón mejor no hablemos)
Jorge Curinao
Alguien
Nunca supimos que era la última noche.
Por eso nos desvestimos como las demás
Nunca es un minuto fraguado por el tiempo.
Naufragio
De tanto estar solo
setenta veces dije tu nombre.
Ya no estoy solo
setenta preguntas me acompañan.
Bahía
Bajo los pliegues
de una hoja
en blanco
corre
un río
transparente
que lleva tu nombre.
Olga Orozco
No hay puertas
Con arena ardientes que labran una cifra de fuego sobre el tiempo,
con una ley salvaje de animales que acechan el peligro desde su
madriguera,
con el vértigo de mirar hacia arriba,
con tu amor que se enciende de pronto como una lámpara en
medio de la noche,
con pequeños fragmentos de un mundo consagrado para la idolatría,
con la dulzura de dormir con toda tu piel cubriendo el costado
del miedo,
a la sombra del ocio que habría tiernamente un abanico de praderas celestes,
hiciste día a día la soledad que tengo.
Mi soledad está hecha de ti.
Lleva tu nombre en su versión de piedra,
en un silencio tenso donde pueden sonar todas las melodías del
infierno;
camina junto a mí con tu paso vacío,
y tiene, como tú, esa mirada de mirar que me voy más lejos cada vez,
hasta un fulgor de ayer que se disuelve en lágrimas, en nunca.
La dejaste a mis puertas como quien abandona la heredera de un
reino del que nadie sale y al que jamás se vuelve.
Y creció por sí sola,
alimentándose con esas hierbas que crecen en los bordes del
recuerdo
y que en las noches de tormenta producen espejismos misteriosos,
escenas con que las fiebres alimentan sus mejores hogueras.
La he visto así poblar las alamedas con las con los enmascarados que
inmolan el amor
-personajes de un mármol invencible, ciego y absorto como la
distancia-,
o desplegar en medio de una sala esa lluvia que cae junto al mar,
lejos, en otra parte,
donde estará llenando el cuenco de unos años con un agua de
olvido.
Algunas veces sopla sobre mí con el viento del Sur
un canto huracanado que se quiebra de pronto en un gemido en
la garganta rota de la dicha,
o trata de borrar con un trozo de esperanza raída
ese adiós que escribiste con sangre de mis sueños en todos los
cristales
para que hiera todo cuanto miro.
Mi soledad es todo cuanto tengo de ti.
Aúlla con tu voz en todos los rincones.
Cuando la nombro con tu nombre
crece como una llaga en las tinieblas.
Y un atardecer levantó frente a mí
esa copa del cielo que tenía un color de álamos mojados y en la
que hemos bebido el vino de eternidad cada día,
y la rompió sin saber, para abrirse las venas,
para que tú nacieras como un dios de su espléndido duelo.
Y no pudo dormir
y su mirada era la de una loca.
Entonces se abrió un muro
y entraste en este cuarto con una habitación que no tiene salidas
en la que está sentado, contemplándome, en otra soledad
semejante a mi vida
Mirta Suárez Ponto
Oración para tu regreso
Como si quedara algo por tocar con la mirada
levanto el verde vacío de los ojos,
y un gusto inocente a naranjas deletrea
el ciego abecedario de mi cuerpo –
creo en las palomas porque cruzan descalzas
el valle indolente de tu cintura –
creo en tus besos, pequeños habitantes
de mi vieja ternura,
creo en la arena donde asumes
puntual, secretamente,
tu soledad de vidrio apuñalado –
de mí, no creas nada,
si alguna vez el verano se asomó a mis dedos
fue porque vos me llenaste la sangre de pájaros –
si alguna vez mi risa te tocó los hombros
fue porque vos me diste una razón para esta viva –
si volvieras ahora,
si en esta noche tan golpeada por los recuerdos,
tu paso, tu distancia, el marrón de tus ojos
regresaran por una de las treguas de mi corazón,
yo solamente
abriría las manos para esperarte
mientras un pájaro se desangra
al borde de la luz –
Katherine Mansfield
El encuentro
Empezamos a hablar -
Nos miramos; dejamos de mirarnos -
Las lágrimas subían de mis ojos
pero no podía llorar
deseaba tomar tu mano
pero mi mano temblaba.
No dejabas de contar los días que faltaban
para nuestro próximo encuentro
pero los dos sentíamos en el corazón
que nos separábamos para siempre.
El tictac del relojito llenaba la habitación en calma -
Escucha, dije, es tan fuerte
como el galope de un caballo solitario.
Así de fuerte - un caballo galopando en la noche.
Mi hiciste callar en tus brazos -
pero el sonido del reloj ahogó el latido de nuestros corazones.
Dijiste "No puedo irme: todo lo que vive de mí
está aquí para siempre"
Después te fuiste.
El mundo cambió.
El ruido del reloj se hizo más débil
se fue perdiendo - se tornó minúsculo-
Susurré en la oscuridad: "Moriré si se detiene".
Ludmila La Manna
Facebook
Mis compañeros de primaria ya no tienen dientes de
alambre
Francisco sigue siendo una cloaca
-y ahora sé que la cloaca es el culo triste de las
gallináceas-
Nicolás vive con su vieja, siete hermanos y un padre
muerto que
-dice- hace crecer los rosales como caníbales cada
invierno
Fermín tiene los viejos desaparecidos
y una hermana
a quien odia
que lleva el nombre de la madre casi muerta
Ana es acompañante en un bar de lujo
Carlos la vio mientras yiraba borracho como todos los
martes
La gente se encuentra en Facebook
Alejandro sonríe en todas las fotos
y dice que tiene pánico
Martín propone vivir un romance preescolar
Juana sale con una mina que la duplica en edad
y se viste de pendeja
Natalia vive en Roma
Dala recorrió el mundo
y es evidente que adora posar bajo las estatuas
Mi marido volvió a encamarse con su primera novia
Qué suerte que en Facebook la gente se encuentra.
Idea Vilariño
Amor te estoy llamando.
Amor
desde la sombra
desde el dolor
amor
te estoy llamando
desde el pozo asfixiante del recuerdo
sin nada que me sirva ni te espere.
Te estoy llamando
amor
como el destino
como al sueño
a la paz
te estoy llamando
con la voz
con el cuerpo
con la vida
con todo lo que tengo
y que no tengo
con la desesperación
con sed
con llanto
como si fueras aire
y yo me ahogara
como si fueras luz
y me muriera.
Desde una noche ciega
desde olvido
desde horas cerradas
en lo solo
sin lágrimas ni amor
te estoy llamando
amor
como a la muerte
No hay comentarios:
Publicar un comentario